Norma Bejarano – Psicóloga-Sexóloga
No es cuestión de postmodernismo ni de anomalía, o patología… Los seres humanos bajo ciertas circunstancias podemos cometer variopintos errores estando en un vínculo, lo que puede hacer que este, con el tiempo, no sea conveniente o se aprecie problemático.
Desde hace varios años cierta literatura psicológica, consultores, coach, textos de autoayuda, etcétera, etcétera, utilizan la metáfora de la toxicidad. Tóxico del latín toxicum ‘veneno’, es un término que se ha popularizado a todas las bocas para designar algo irrespirable o que genera malestar, y que de hecho ya impregna entre los sujetos lo lampante, la «mala leche», o una esencia lesiva. Todos en algún momento lo hemos utilizado, pero ¿Sirve de algo decir tóxica o referirnos así a las relaciones humanas? ¿Ayuda en algo un término viral para describir los conflictos (actuales) de los sujetos en relación?
¡Amar es un lío!
Los sujetos en algún momento de nuestra biografía hemos transitado contextos complicados, traumas, pérdidas, eventos diversos que nos ubican en lugares complejos cuando de compartir con un otro se trata. De hecho ya el otro es complejo, no necesariamente por ‘traumas’ ,ni dificultades sino porque somos seres menesterosos, dice un querido profesor.
A veces hacemos y nos hacen daño, hay personas que nos hacen ‘mal’ y no por eso hemos de etiquetarlas de tóxicas ni instalar la relación en la misma idea. Tener una relación sufriente, que nos crea problemas, no hace que sus integrantes ni la misma asociación sean un veneno. Si algo es tóxico es porque en sus compuestos ya hay algo que lo determina así, y seguramente no podrá dejar de serlo, llevará una señal de advertencia, de peligro, o de «altamente nocivo» a donde vaya.
Escribe Bruno Martínez: «Cuando usamos un lenguaje pseudoclínico para definir nuestras relaciones permitimos que diversos dispositivos disciplinarios actúen sobre nosotros, obviamos que las relaciones son dinámicas y evolucionan. Negamos su naturaleza y sus posibilidades de cambio».
El término tóxico puede ser un avatar de «muerte» (desunión) del neoliberalismo que nos aleja de la idea de que somos seres interdependientes y que en esta interdependencia se generan líos; amar es un lío, emparejarse en un lío, desear es un lío y, es un lío porque implica entrar a otro mundo, al mundo del otro y aprender a navegar ahí, asumiendo que jamás podremos abducirlo, absorberlo, que conlleva conocer nuevas tipografías eróticas, maneras de relacionarse, y ver nuestras limitaciones en todo eso.
Las relaciones se perciben como complejas, dolorosas, o problemáticas dependiendo de cómo se vivencien, pues amar, desear, estar con él otro es compartir con alguien que nos lleva la contraria, que opina diferente, que no piensa igual, que no le gusta lo mismo, que nos deja ver nuestra impotencia, es decir, que no somos omnipotentes. Las relaciones son difíciles y a veces problemáticas cuando no comprendemos que vivir es complicado, y no entendemos lo enrevesado de este mundo.
¡Hablar de relaciones tóxicas es evocar que sus integrantes son tóxicos!
Las relaciones no pueden equipararse con lo tóxico porque en ellas no hay veneno, hay seres humanos. Hablar de relaciones tóxicas es evocar que sus integrantes son tóxicos.
Todas las personas y sus relaciones tienen una historia detrás, narrativas dolorosas o no tanto, que se han quedado atascadas, que han sido cargadas de palabras y exigencias de discursos externos y se han ido incrustando en éstas, sin embargo, tienen la posibilidad de re-contarse para darles otro sentido.
Dar la categoría de tóxica a una relación es negar la posibilidad de cambio, como si algo fluyera por la venas de los amantes y no pudieran escapar del efecto. Lo tóxico siempre será tóxico, pero las relaciones humanas por muy problemáticas o lesivas que sean pueden ser razonadas para decidir qué hacer con ellas a través de la consulta, la terapia, u otras maneras.
Es posible cambiar, ubicarse en un lugar ético y de satisfacción; permitirse dejar de dar dolores de cabeza y experimentar el disfrute. Que no sea un placer atormentarnos o asfixiarnos entre sujetos sino que haya una vivencia decorada de Deseo, esto es que Eros pueda civilizar ese disfrute.
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