Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga
El filósofo Epicuro, pone como objetivo en la vida del ser humano, el placer. Y sugiere que para conseguirlo hay que liberarse de «los dioses», esto es, de toda moral represiva, del miedo al destino, de creencias infundadas y otras incomodidades, ya que con temores, obligaciones, presión, estrés, ansiedad, dudas, mandatos, no se puede obtener dicho placer.
En el Día Mundial de la Salud Sexual (4 de septiembre) se exhortó promulgar sobre placer sexual, pues aunque pareciera algo obvio, o que todo el mundo experimenta, no es así. La sociedad mantiene un eco atávico sobre el tema, el placer siempre ha sido demonizado, como potencial criminal, y un proscrito se debe mantener bajo supervisión y control.
¿Placer culposo?
La cultura represora nos inculca tabús que nos llevan a ser verdugos de nuestros propios placeres. El disfrute sexual se condena cuando sale de escena, de lo convencional o supera la costumbre. Como si se tratara de placeres superiores o inferiores, lo sexual se sigue considerando un placer culposo que no se reconoce en público. El placer sexual es alegría una vez se aleja de la intermediación del consumo, del premio, o el castigo. Comprender el placer como algo consustancial al ser humano y a la vida misma, y como un derecho sexual y fundamental, es básico para el bienestar y la salud en general.
¿Qué es el placer sexual?
La Asociación Mundial de Salud Sexual, describe el placer sexual como «la satisfacción y disfrute físico y /o psicológico derivado de experiencias eróticas compartidas o solitarias, incluyendo pensamientos, fantasías, sueños, emociones y sentimientos. La autodeterminación, el consentimiento, la seguridad, la privacidad, la confianza, y la capacidad de comunicarse y negociar relaciones sexuales son factores clave para que el placer contribuya a la salud y al bienestar sexual. (…) Las experiencias de placer sexual humano son diversas y los derechos sexuales garantizan que el placer sea una experiencia positiva (…) y que no se obtenga al violar los derechos humanos y el bienestar de otras personas».
¡El placer se gana, se conquista y se enriquece!
Para que el placer ocurra requiere tiempo, concentración, espacio, atención. Pero la sociedad actual nos arrebata ese tiempo necesario para construirlo. El placer como emoción corta, es de recorrido largo; el placer se gana, se conquista y se enriquece. Dentro del desmadre que es sentir gozo y deseo, aunque parezca paradójico, puede haber una desmesura pensada. Aristóteles expresaba que debíamos disfrutar de todos los placeres con prudencia, y lo proponía desde un principio ético, es decir, aplicando la sabiduría, distinguiendo entre lo que nos procura placer y lo que no, esto es encauzarlo e integrarlo en dirección a no hacer daño, siempre con efectos positivos entre sujetos. El placer que otorga vivenciar la sexualidad de manera armónica y pausado ejercicio es un elemento que mejora la calidad de vida.
¡Hablar de placer sexual significa que el sexo debe sentirse bien!
Hablar de placer significa centrarse en algo primordial, y es que el sexo debe sentirse bien. El sexo es rico, si es consensuado, acordado, libre, estimulado, motivado, seguro, diverso. Nada hace más disfrutable la sexualidad que la ausencia de miedos e inseguridades; el placer sexual es el estado al que llegamos cuando nos hemos sentido a gusto con nosotros mismos y con el otro. El placer coincide con lo que buscamos en la vida, y cuando tenemos la experiencia de lo encontrado ahí es donde lo obtenemos. ¿Cómo reconocemos que obtuvimos placer a través del sexo? Cuando lo vivimos como una experiencia placentera, agradable, alegre, tranquila, y no vergonzosa, traumática o culposa.