Llegando al final de la asesoría les recomendé visitar un sex shop (tienda erótica), para que con el patrocinio de un juguete vibrador lograran explorar sus encuentros sexuales y sus orgasmos de otra manera.
A lo que el ‘inseguro’ señor me contestó: “¿Pero, y qué puede tener un juguete sexual que no tenga yo?». Para no herir susceptibilidades lo dejé que se fuera con la duda y lo descubriera por sí mismo, si es que lograba comprar el aparatico con su esposa.
¿Qué es un juguete erótico?
En términos generales, un juguete es un objeto para jugar, para entretenerse, divertirse o aprender con «ascetismo» a tope, o en compañía. Que además no sólo es usado para tales fines sino que permite lograr o adquirir ciertas habilidades que por anatomía o condición física/mental resultaría más complejo.
Lo erótico (o lo sexual) del asunto, aparte de ser un término de la industria y del mercado (ya saben que los apellidos venden), es que es creado para adultos. Al jugar con el cacharrito la imaginación puede extenderse siendo más benevolente a nivel físico y emocional.
Los juguetes sexuales son elementos que las personas usan por diversas razones, para aumentar su propio placer o ponerlo en otro nivel, para dar placer, para explorar y estimular zonas erógenas, para alargar la excitación o prolongar el regocijo, pero también para ayudarse en el caso de dificultades sexuales o problemas médicos.
¿Qué tiene un juguete sexual que no tenga usted?
Hay que relajarse con el tema, persisten hombres que creen que el artilugio es un rival que los va a reemplazar; sienten celos del amigo tecnológico sobre todo cuando tiene forma de falo viéndolo como una disputa.
Sin embargo, para su tranquilidad siempre decimos, no es competencia, es complemento, un aliado para el gozo. Por eso se le llama «juguete» para que no se lo tome con tanta trascendencia sino con sibaritismo.
Pero para que su ego no sufra averías pregúntese mejor, ¿qué tiene usted que el juguete por más potente, evolucionado y actualizado no tiene? Le ayudo con la respuesta, el trebejito no abraza, no besa, no aporta esas caricias únicas e irrepetibles, no brinda el deleite del vínculo, no tiene un lenguaje erótico, no tiene un aroma característico, etcétera. Así las cosas, para qué sentirse humillado o desplazado por el aparatillo. Ahora, si usted es parco y poco festivo a la hora del sexo, le recomiendo leer bien las instrucciones del jueguito, no vaya y sea. Es que a veces hay amantes que en la cama se comportan como máquinas y no precisamente de las más sofisticadas.
¡Hay que delegar!
A la tan caprichosa y arcaica idea de que el hombre es el proveedor de placer y orgasmos de la mujer hay que actualizarla y considerar la opción de delegar por supervivencia.
Delegar es confiar, comisionar, encargar, o permitir con la opción de dirigir o participar, no de excluirse, en el juego de innovar y buscar puntos recónditos de la geografía erótica; o que la vibración sacuda la monotonía, y haga brotar los orgasmos, y que también se pueda dar un exhaustivo y divertido conocimiento del cuerpo y de la sexualidad propia y de la pareja. Encomiende por buena causa, se quitará un peso de años de (estar) encima.
“La satisfacción comienza a ramificarse en posibilidades alternativas en el mismo momento o justo después del inicio de la expansión lúdica del placer”.
“En términos generales, un juguete es un objeto para jugar, para entretenerse, divertirse o aprender con «ascetismo» a tope, o en compañía”.