Norma Bejarano – Psicóloga-Sexóloga
“No me excita tener un coito con mi pareja. A mí lo que me estimula en mayor grado, y en lo que focalizo mi deseo, es que ella desfile por la habitación en zapatillas deportivas de cierta marca, color, con cordones, y que estén ligeramente sucias. Al punto de tener casi 100 pares y ansiar noches de pasión donde estén presentes; esto me enciende y me lleva al clímax una vez las beso y lamo por todas partes (a las zapatillas). Un acto, doctora, que me resulta enormemente erótico”. Nuestro protagonista practica retifismo o restifismo, una atracción fetichista hacia los zapatos, concepto del francés, Nicolás E. Restif de la Bretonne, quien escribió sobre esta parafilia en el siglo XVIII.
¡La excitación, una experiencia individual!
La atención debe centrarse en el ser humano de manera individual y no en la fastidiosa y a veces ilógica etiqueta de “normal” o “anormal”, decía Pomeroy. En todas las culturas hay reglas sexuales que nos dictan como debe ser nuestra conducta sexual, o como actuar “normalmente”. Así, para no discutir con el sistema las tomamos por mandato e incorporamos en la vida. Sin embargo, al salirnos de ese precepto, con ciertos gustos eróticos sobrios o pomposos, la sociedad nos cae encima por pervertidos, desviados o anormales. Pero, ¿somos anormales? No, tal vez distintos, diversos, peculiares; es nuestra experiencia individual de gozar si además va acompañada de respeto, acuerdo y honestidad.
¡Entonces, ¿qué es una parafilia?!
La palabra parafilia tiene su raíz en el griego antiguo. Para; “al lado” y Filia, amar. Es decir, toda fantasía, deseo, conducta que está al margen del ‘amor’, un eufemismo de “relación sexual” y cómo ésta según el modelo, sería un coito, entonces, al margen del coito. La definición clínica ha evolucionado desde aberración, desviación, perversión hasta parafilia, cuando la APA (American Psychiatric Association) la designó en 1987 para bajarle dos rayas al término despreciativo de los anteriores. El término “Parafilia” en sí, no representa maldad, delito o problema.
¿Dónde está el problema?
Las parafilias, peculiaridades eróticas, eróticas alternativas, etc., no es lo que debería preocupar. Total, todos tenemos singulares formas de entender y manifestar nuestro erotismo y deseo; pero tampoco todas entran como buen rollo, sobre todo si en sociedad convivimos. Y aunque dentro de ciertos marcos eróticos cómo la fantasía sexual y el consentimiento, no suponen un problema, fuera de estos y llevado a cabo en ciertas situaciones si puede llegar a serlo. La parafilia pasa a ser un trastorno parafílico ante ciertos criterios: la complejidad de controlar el acto debido a impulsos u obsesiones. Si resulta dañino para uno mismo y para otros (adultos, niños, animales); afectar al otro es alterar su inocencia, atropellar acuerdos, aprovecharse de la incapacidad de consentir, coaccionar física y verbalmente. Cuando persiste la idea con egodistonía, culpa, angustia o malestar significativo por más de seis meses. Cuando interfiere dentro del ámbito social, laboral, familiar u otras áreas importantes. Cuando atenta contra el sistema penal. Y cuando contraviene los principios éticos de una cultura que aspira al bienestar en el ejercicio de la sexualidad.
¡Al margen del discurso normativo!
Existe gran estigma cuando se rompe lo convencional de la sexualidad. Se censuran las prácticas diversas que a muchos salvan de una existencia común. Poner su toque a un acto íntimo libre y consentido, le hace peculiar pero no patológico; es el marco dentro del cual usted actúa ‘originalmente’, o al margen del discurso normativo. La sexualidad es saludable cuando las fantasías, juegos, eróticas, deseos, y personajes se incorporan sin que el cuerpo y la mente sufran daño.