La estela de dolor y muerte que dejó hace 35 años la avalancha causada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Armero, un pueblo del centro de Colombia donde perdieron la vida unas 25.000 personas, es revivida en una exposición virtual con tono de advertencia: «¡Que no nos vuelva a pasar!».
«Es una nueva forma de recordar esa tragedia que va acompañada de otras tragedias como la de los centenares de niños separados de sus familias y entregados en adopción y cuyos padres ahora buscan su pista en videos y fotos de la época», dice a Efe Francisco González, un armerita que perdió parte de su familia en la catástrofe de la noche del 13 de noviembre de 1985.
González creó hace 18 años la Fundación Armando Armero, que trabaja en la reconstrucción de la memoria de esa población que antes de ser borrada de la faz de la tierra por la erupción del Nevado del Ruiz era de las más prósperas del departamento del Tolima.
El Nevado del Ruiz, que se levanta majestuoso en la cordillera central colombiana, entre los departamentos de Caldas, Risaralda y Tolima, causó la mayor catástrofe natural de la historia de Colombia cuando aquella fatídica noche su erupción provocó el deshielo de sus nieves perpetuas, formando una avalancha en el río Lagunilla, que kilómetros más abajo arrasó a Armero.
Echando mano de lo virtual
González dice que ante las limitaciones ocasionadas por la pandemia del coronavirus, echó mano de la virtualidad para conmemorar esa tragedia, la mayor catástrofe natural del país, tan sólo superada en víctimas por la pandemia de coronavirus que este año deja 33.491 fallecidos.
«Es una pieza de algo más de media hora que responde a la búsqueda de otros lenguajes, de maneras distintas de visibilizar la memoria histórica de Armero (…) y las adopciones legales e ilegales que se produjeron durante y después de la tragedia», explica.
La exposición «¡Que no nos vuelva a pasar!» está disponible en el canal de YouTube de la Fundación Armando Armero y durará «por siempre», añade González, quien se queja del desinterés del Gobierno colombiano por las víctimas de ese desastre.
Al referirse a la exposición, explica que «hay de todo», pero destaca que «el cubo en vidrio, puesto en un potrero desolado de la antigua ciudad, es apenas una metáfora de lo frágil que somos los armeritas, encerrados, inmersos, invisibles y que sólo sonamos cuando logramos un reencuentro entre adoptados y sus familias o cuando conmemoramos un aniversario más».
Tapete de entrada
Quienes entran a la exposición virtual son recibidos en un tapete en el que aparecen fotos de personas que tuvieron estrecha relación con la tragedia.
Ese es el caso del entonces presidente Belisario Betancur (1982-1986) y de su ministro de Minas, Iván Duque Escobar, padre del actual presidente colombiano, Iván Duque Márquez, quienes minimizaron las voces de alarma sobre el peligro inminente de una avalancha que habitantes de la zona dieron días antes.
No podía faltar en la muestra la imagen icónica de la niña Omaira Sánchez, cuya agonía de 60 horas con el agua al cuello le dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la tragedia que sigue presente en la memoria del país.
En ese tapete hay otros personajes escogidos con base en una encuesta hecha entre armeritas que los recuerdan de «manera positiva o negativa».
Y como se trata de aportar a la verdad, dice González, la exposición cuenta un hecho desconocido: que la ahora desmovilizada guerrilla del M-19 paralizó por un tiempo sus acciones para ayudar a rescatar a las víctimas de la avalancha.
«Eso no se sabía, pero ellos, los guerrilleros de entonces, ayudaron a rescatar heridos durante la tragedia. Mostraremos también otras piezas e imágenes producto de la investigación», puntualiza.
Valiéndose de las animaciones que permiten las tecnologías modernas, la exposición revive lo que fueron las erupciones del volcán de 1595, 1845 y 1985.
Hijos perdidos
También hay una sala con 501 televisores de los que salen «historias de padres buscando a sus hijos a lo que se agrega el callejón del duelo formado con las fotos de las víctimas que hemos recogido».
González también es el motor del proyecto «Niños Perdidos de Armero. Una causa que nos toca a todos», con el que pretende reunificar a las familias.
Esto porque luego del alud centenares de niños sobrevivientes fueron separados de sus familias y entregados en adopción, muchos de ellos a familias de Países Bajos y otros países europeos y sus padres biológicos ahora buscan su pista.
Los objetivos de esa iniciativa son encontrar a aquellos niños perdidos, hoy adultos; contribuir a lograr la tranquilidad de las familias que llevan 35 años buscando a sus hijos y propiciar reencuentros.
De la misma forma aspiran a que en el futuro el Gobierno nacional cree una ley de víctimas de desastres de origen natural y un centro de memoria histórica de esas tragedias.