Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga.
¿Cuántas veces durante el encuentro sexual, en lugar de gozar las sensaciones, están pendientes de las reacciones propias y de la pareja? pensando, cómo irá saliendo el asunto, si estarán dando la talla, si el mástil estará a tope, si habrá alguna llantica suelta, etcétera, actitud que ahuyenta a eros y hace que la interacción sexual sea un fracaso debido al exceso controlador.
A la conducta de ubicarse en la relación desde «afuera», como un distanciado y ajeno observador crítico, no integrándose en la misma, se le denomina en sexología, «rol del espectador»: alejarse de lo que está sucediendo, razonando en demasía sobre lo que debe suceder.
“¡Parar de mirarnos a nosotros mismos!”
«¿Le gustaré?», «¿llegaré al orgasmo?», «¿si me pongo en esta postura me veré sexy?», «¿qué estará pensando de mí?», «que no se me caiga ahora»… El escritor francés, Nicolas Chamfort, nos dejó esta máxima: «la contemplación a menudo hace la vida miserable, debemos actuar más, pensar menos y parar de mirarnos a nosotros mismos». Aplicable cita para el ejercicio de la sexualidad que implica salir de la mente, dejarse llevar, abandonarse, descontrolarse.
Asumiendo el «rol del espectador» estamos asistiendo a un espectáculo ajeno tremendamente conscientes de todo lo que va ocurriendo paso a paso, haciendo que el sexo no funcione, y alimentando temores anticipados. Por lo general esto le ocurre a personas minuciosas, autoexigentes a las que les cuesta perder el control. Chamfort, no nos propone actuar como descerebrados o autómatas (en la cama) sino a ser responsables sobre lo que se hace, estando en lo que se debe estar.
¿Por qué nos hacemos espectadores de nuestra propia escena sexual?
La presión social, los imperativos y discursos neoliberales sugieren que el sexo debe tener una serie de pautas y patrones para que sea perfecto; «Tenga el sexo perfecto», leemos por ahí, por ende las personas para alcanzar tal grado de excelencia acorde a lo que avistan se sumergen en expectativas, o enormes preocupaciones a la hora del sexo, y en lugar de ocuparse en el acto, están constantemente autoevaluando su desempeño o pensando que estará pensando la otra parte. También ocurre por la creencia errónea de que el placer del otro depende de uno, y lo cierto es que no se puede dar placer cuando se es incapaz de permitírselo primero así mismo.
¡Volver al espectáculo como protagonistas!
Los antiguos griegos en su rol de espectadores descubrían la verdad a través del ejercicio calmado y coherente de la observación, lo que les permitía juzgar acontecimientos específicos siendo comprensivos y benevolentes con lo ocurrido. Está bien ser conscientes de que lo que estamos haciendo le esté gustando al otro, y queramos dar más según sus reacciones, pero no olvidando que nosotros también tenemos el derecho de disfrutar sin rigurosidades ni conductas inculpatorias. Se puede volver al espectáculo como protagonistas desde la educación sexual, entre otras cosas, para quitarse de la mente la idea falseada de lo que ha de ser un encuentro erótico.
Aprendiendo a relajarse desdramatizando los encuentros y preparándose para disfrutar, focalizando en lo que se hace y no en un objetivo. Desarrollando la comunicación erótica, clave para que las cosas se acerquen a lo deseado, ampliar la perspectiva conduce a una sexualidad plena y placentera.
El sexo es para divertirse, como dijo Chamfort, ‘no mirándose vivir’, avanzar sin cargarse, sin forzar o actuar en contra. El principal logro de los(as) buenos/as amantes es no polemizar su despliegue. Pero cuando cuesta trabajo apartarse de este rol, lo mejor es visitar al terapeuta.