Norma Bejarano
Psicóloga-Sexóloga
Si prescindimos de la penetración como la práctica obligada e instaurada en el deber de las diadas (parejas), el horizonte que se abre es el del ars amandi, una manera donde los sujetos pueden desplegar sus deseos de manera más armoniosa. El poeta romano Ovidio dejó en sus obras varias reflexiones sobre el arte de amar. Por ejemplo, en el libro segundo de su -Ars amatoria- dice, entre otras: «Lejos todo artificio: para que os amen sed amables»; «añadid las dotes del ingenio»; «una rama tierna que brota del verde tronco (…) más robustecida con el tiempo (…) enriquece el árbol con flores y frutas». Lo que podemos extraer de algunas de sus enseñanzas, es que Ovidio, lo que procuraba, era que el encuentro de los seres humanos como posibles amantes (aquellos que se desean y se aman) fuera más variada, una rica alternativa, desenfadada, juguetona y divertida. El poeta pretendía que los seres humanos se supieran relacionar entre personas, se vincularan de manera grata, y plantearan amarse como un arte.
¡El Ars amandi o la amatoria!
A las formas que cada quien tiene de organizar su vida erótica, y en las que se despliega su propio talento para atraer, gustar, elegir, y ser ese ese sujeto concreto de deseo; a la peculiar manera de quererse, compartirse y, por qué no, convivir se le llama amatoria (ars amandi). Dicho de otro modo por Efigenio Amezúa: «Se entiende por Ars Amandi o amatoria la expresión o fórmula con la que la cultura greco-latina denominó al conjunto de formas de pensar, sentir, desear, o hacer a través de las cuales los sujetos realizan sus deseos eróticos, y expresan sus atracciones, seducciones y, en definitiva, sus búsquedas y encuentros cómo sujetos sexuados». Esto hace comprensivo que las búsquedas y los encuentros de los sujetos no son por instinto y naturaleza, sino lo contrario, producto de una historia, una biografía y el sello propio. Así, a lo que se entiende aún en diferentes espacios como «tener sexo», «relaciones sexuales», «echar un polvo», «follar», y otra serie de nociones cerradas referentes a la cópula, a la penetración, o al empleo de los genitales; el ars amandi ofrece un manera distinta y radical de las llamadas ‘relaciones sexuales’, abriendo ventanas hacia nuevas maneras de ver el coito; expandiendo el abanico a diversas posibilidades de encuentro.
El arte de amarse es también transitar por la vida de otros con respeto. Como todo artista que nace, se hace, a partir de aprendizaje, disciplina y, a veces improvisación.
¡Un arte de atención y esmero!
La amatoria puede ayudar a los sujetos a vivenciar sus encuentros con plenitud si las cultiva. Ya es bastante estudiado que las categorías generalistas de prácticas eróticas y deseos poco ayudan a que los sujetos se vivan plenamente. A través del arte amatorio los sujetos descubren sus maneras propias, las de los deseos y no las de los deberes. Las que cada quien tiene de sentir, comprender, y expresar sus múltiples y diversas formas de amar en cuanto a sujetos sexuados. Su ars, es la manera que desarrollan para atraer, seducir y afectarse (generar afectos) con el otro. Por ende, este arte es un valor y como valor se puede conocer, desarrollar, aprender, razonar, crear, cultivar, potenciar, humanizar. «Requiere atención y esmero, dice Amezúa, para que la relación y el encuentro, lejos de dejar marcas desagradables o degradantes, incite más y más a su ars».