Crédito: Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga
Recientemente vuelven a resaltar los titulares sobre el consumo creciente de Viagra en los jóvenes entre los 16 y los 30 años quienes aducen acudir a la pastilla como uso recreativo para poder sostener la erección, no echar a perder un encuentro, o estar a la altura, entre otros motivos.
Dentro de las nociones de lo que es normal y anormal surgen asuntos inductores de la problematización de la excitación. Tener una erección a tope y durar más de la cuenta o lo que digan las estadísticas consigue que los amantes, las diadas, los jóvenes, entren en una dinámica del cumplimiento, del rendimiento y del desempeño que los va llevando en un bucle de placeres donde no viven ni expresan sus propias emociones, o vivencias y no se enfrentan a los líos y vericuetos propios de una interacción erótica.
¡La noción de virilidad!
La virilidad es un constructo cultural, esta ‘cualidad’ está exclusivamente reservada a la masculino que en categoría decide lo que hace más o menos viril (fuerte, firme) a un hombre. Es una suerte de éxito al que todo hombre que se precie deber aspirar. La construcción de lo que «debe ser un hombre» está muy influenciada por el performance genital y la función. En Sexología llamamos teoría del locus genitalis a aquellos modelos que giran en torno a la cópula, la forma y la función de los genitalia, en el caso de los hombres se crea una relación de lo masculino entre el pene, los testículos y el correcto funcionamiento de estos. A mejor erección el sujeto se considera, o, lo consideran mejor hombre, y no sólo mejor sino un «verdadero hombre», más viril, o sea, con más virtud (uno que cumple); Una noción de virilidad clásica que persiste en nuestros tiempos y en la que los Jóvenes se instalan.
¡El miedo a fracasar!
El exceso de mandatos para gozar más ha llevado a la hipersensibilización sobre el fracaso observando un asunto destruido donde no lo está. Sólo fracasamos cuando vemos que la causa debe tener un efecto. Se piensa en el «sexo» cómo algo que debe dar un resultado específico y un beneficio a toda costa. Las pastillas ‘potenciadoras’ facilitan tener erecciones y posibilitan tener varias cópulas o penetraciones en cierto lapso de tiempo. Generalmente cuando no están prescritas por un médico/urólogo se emplean meramente para poder «dar más», centrados en la meta de «meterla» sin fracasar en el intento, dejando de lado muchos aspectos que enriquecen los encuentros eróticos. Es legítimo que alguien desee tenerla dura y poder penetrar, sin embargo, ni la erección determina lo hombre que se es, ni una función orgánica nos hace ser quienes somos.
¡Partir de los deseos!
En educación sexual se generan ideas para que los sujetos se permitan partir de su deseo; liberarse de jerarquías, y ver o mirar un gran campo amatorio a cultivar. Muchas veces las estadísticas de la norma traen consigo las ansiedades y las angustias de probarse en el rendimiento. Al entrar en el cauce de la normalidad, se desvía la del deseo. Lo que los jóvenes y adultos consideran como «problemas» de la excitación, o erección muchas veces son prácticas sin ganas, orientadas al imperativo de goce, al derroche, los cumplimientos y verificaciones de «la virtud». Los genitales son parte de una topografía general, incluirlos en el encuentro no significa que este deba ir enfocado hacia ellos y los resultados que dichos órganos generen. Gran parte de los miedos, las ansiedades, las tensiones, etc, se traducen en un resultado. Las metas que cumplir, los obstáculos que superar, el esfuerzo a realizar es ponerse a la defensiva y huida de los deseos. Los deseos son frágiles, sutiles, complejos, generan líos, pero precisamente esa es nuestra forma más humana: una encarnada, no la de una máquina. Los juegos de explorar más los deseos que las excitaciones van encaminados a deshacer falacias, modelos, informaciones infusas, confusiones, creencias, etc. Las pastillas y potenciadores ayudan a la excitación, pueden rebajar las ansiedades pero privan en ocasiones de la vivencia del encuentro y todos sus ires y venires.
