Margarita María Londoño (Psicóloga-Especialista)
La peor pérdida de tiempo está en renegar por todo, tener presente la lamentación es retroceder los pasos en relación con lo que representaría un buen avance, cada experiencia vivida incurre en transformar la manera de pensar y por ende es el pensamiento el precursor de las acciones.
Negarse a agradecer todo lo que se ha logrado, es estar sometido a la mala costumbre de quejarse, incluso teniéndolo todo.
¿Cuántas veces te quejas al día?
Son muchos los instantes en los cuales el descontento aparece en la jornada diaria, haciendo que la cabeza se confunda a tal punto de introducirla en un frasco hermético donde la única opción es asumir el rol de víctima.
Ser víctima de circunstancias inexistentes es querer despertar lástima teniendo como pretensión llamar la atención de los demás, usar el lamento pobreteando las capacidades propias es una estrategia que corresponde a la manipulación, despertar el pesar en otros es querer que las soluciones sean puestas en las manos reduciendo por completo el potencial humano que se tiene.
Equivocadamente, se cree que quienes están cerca tienen la obligación de solucionar lo que es una responsabilidad hacer por los propios medios, de ahí proviene la vergonzosa acción de volverse una carga pesada para el entorno.
Una persona que vive constantemente quejándose sin motivos válidos se vuelve indeseable. Aparte de ser desagradecida para la sociedad, hace también contaminación auditiva y psicológica a quienes le rodean.
Compartir frecuentemente con este tipo de personas genera estrés y ansiedad, sus intenciones directas o indirectas es cargar a otros con sus supuestos problemas provenientes de su pobreza mental.
El lenguaje juega un papel importante
Expresar lo que se siente es una acción correcta, mientras que esto no se enfoque en algo rutinario que adopte el terrible hábito destructivo de manifestarse en quejas constantes, porque así se estaría produciendo un desahogo totalmente improductivo.
Las palabras tienen un gran poder en el momento en que se expresan, ya que vienen conectadas a lo que se piensa y se siente. Por lo general las quejas van dirigidas al clima, la economía, la religión, la política, los vecinos, el trabajo, el jefe, los compañeros, la familia, los objetos y cualquier cosa que sea reprochada por la mente, sin tener en cuenta los aspectos buenos que tienen.
Cambia la forma de pensar
Para que haya una verdadera transformación en el estilo de verlo todo, se debe de valorar de antemano cada una de las cosas que se han obtenido hasta el momento, siempre es posible reducir los pensamientos inapropiados, dando espacio al agradecimiento como fundamento para la abundancia, sólo así se podrá reprogramar la mente hacia cambios favorables.
Hay que entender conscientemente que quejarse no es la solución, esta realmente radica en expresar acorde en aceptar la responsabilidad de edificar lo que se quiere alcanzar, tener el valor de volver a empezar, incluye corregir los errores cometidos.
El espíritu luchador toma como arma principal huirle a la pobreza mental, enfrentando con entereza cada situación difícil, convirtiéndola en un motivo significativo para el crecimiento personal, contrarrestando la amargura que han dejado los fracasos.
¡Solo claudica quien procesa con fatalismo lo que depende de sí mismo!
¿Cómo desprenderse de la queja?
- Analiza cuántas veces te quejas durante el día.
- Asume el compromiso para el cambio.
- Valora hasta lo más mínimo que tienes.
- Reemplaza la queja por agradecimiento.
- No permitas que tu mente te impida pasar a la acción.
- Afronta las responsabilidades que te corresponden.
- Ten presente que quejarse cansa y produce un desgaste de energía vital.
- No culpes a nadie ni a nada de tus decisiones equivocadas.
- Toma conciencia que nadie está obligado a hacer algo por ti.
- Adáptate a las circunstancias.
- Deja de criticar.
- Practica el valor de la humildad.