Multitudinaria despedida al Maestro Rodrigo Silva

IBAGUÉ. Entre aplausos y música colombiana, esa que cantaba con el alma, fue despedido ayer el maestro Rodrigo Silva Ramos, integrante del dueto ‘Silva y Villalba’, quien hasta después de su muerte enseñó a amar las tradiciones del país y especialmente del Tolima.

Despedida. Antes de salir el féretro hacia la Catedral Primada de Ibagué artistas entonaron ‘Tu eres mi hermano del alma’, los asistentes se pusieron en pie y en medio de lágrimas cantaron al son de las guitarras las estrofas que para muchos describían quién era Rodrigo Silva.
El cofre salió desde la sala Alberto Castilla del Conservatorio de Música por la carrera Segunda hacia la Catedral y en el camino a capela sus amigos, familiares y allegados recitaron Hurí: “Quisiera ser el aire, que llena el ancho espacio, quisiera ser el huerto, que esparce suave olor, quisiera ser la nube, de nieve y de topacio, quisiera tener cánticos de dulce trovador. Y así mi triste vida, pasara lisonjera,
cambiando mis dolores, por férvida pasión, sultán siendo querido, de Hurí tan hechicera, quitarme la vida por darte el corazón”, mientras sus restos mortales eran llevados por sus parientes rodeados de rosas blancas.
Cuando el cortejo fúnebre llegó a la casa de Dios los aplausos no se hicieron esperar al ritmo del Himno de la Alegría. La eucaristía fue presidida por monseñor Fernando González, quien hizo una reflexión sobre la obra que dejó el Mariscal de la Hispanidad y el valor de la música para la vida.
La iglesia se llenó y afuera asistentes esperaban a que el féretro saliera para darle el último adiós al Maestro. Tras varios decretos en homenaje a Silva Ramos emitidos por la Gobernación, la Alcaldía, la Asamblea, el Concejo, la Policía Metropolitana y demás autoridades, el ataúd cubierto con las banderas de Colombia y Sayco y Acinpro fue sacado.
En esos momentos, las palmas de las manos se unieron para honrar al maestro y fue ahí donde músicos del Huila, su tierra natal le dieron una serenata.
“Ya se murió mi viejo, el mundo lo dejó y me he quedado solo desde que se marchó. Ya se murió mi viejo, ya se murió mi viejo, ahora el viejo soy yo”, con esta canción retumbó la Catedral, pues los presentes la cantaron con el alma, esa canción que el maestro compuso aún sin conocer a su padre, pues murió cuando él apenas tenía dos años.
Los homenajes no terminaron ahí pues miembros de la Fundación Musical de Colombia en una calle de honor esparcieron pétalos semejando una lluvia de rosas blancas por la herencia que dejó el compositor.
Afuera lo esperaba la Banda Sinfónica del Tolima dirigida por Reinaldo Murillo, quien aparte de ser su colega fue su amigo por aproximadamente 42 años. Él con la batuta guió a sus músicos que interpretaron El Bunde, Viejo Tolima y El Barcino.
Finalmente, el ataúd fue llevado por la carrera Tercera hasta la calle 15 y de ahí lo trasladaron al Parque Cementerio Los Olivos, vía hacia el corregimiento de Buenos Aires donde fue cremado.
El Maestro partió, pero como dijo el exfiscal y exprocurador chaparraluno, Alfonso Gómez Méndez, “no morirá para siempre”.
Fue despedido como él quiso: “Cuando yo me muera, que suenen mil guitarras, que canten las cigarras y que no hayan lamentos”, así lo plasmó en la letra de ‘Cuando yo me muera’ y así sucedió.
Ahora quedaron sus melodías, aquellas que lo hicieron leyenda junto al maestro Álvaro Villalba, compañero con el que grabó más de 500 canciones y compuso otras 100.

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