Maradona y Best, la pelota no se mancha

EFE – Q’HUBO

Diego Armando Maradona se fue de este mundo el mismo día que lo hizo quince años atrás George Best, otro de los genios del fútbol mundial que era capaz de controlar todo lo que pasaba dentro del campo mientras su vida se derrumbaba en la trastienda de los vestuarios de este deporte y esta vida.

Un 25 de noviembre se fue Best, a los 59 años, con el hígado y las entrañas destrozadas por la única pasión de su vida a la que nunca pudo patear, la bebida. Otro 25 de noviembre, esta vez del infame 2020, se marcha Maradona, tocado tras una vida de trastornos y de montañas rusas que comenzó con su positivo por cocaína en el Mundial de 1994.

Aquel incidente destrozó a Argentina en la Copa del Mundo y acabó con la carrera de ‘El Diego’, tal y como cercenó la suya propia Best años atrás, quien a partir de 1971 decidió perder paulatinamente el interés en el fútbol, pasar de asistir a los entrenamientos y comenzar un descenso a los infiernos que terminaría en 2005 con sus huesos en una tumba del cementerio de Roselawn, en Belfast.

Sus destinos corrieron vidas paralelas y, sin Best saberlo, su figura serviría para ejemplo e inspiración de un Maradona que solo se quedó con la parte glamurosa del norirlandés y no aprendió la lección de su final.

Ambos venían de ambientes complicados y humildes. Uno de la pobre Irlanda y otro de los barracones de Villa Fiorito. Ambos vinieron de la nada y se convirtieron en todo.

A Best lo adoraban las mujeres. Su pelo largo y sus andares de estrella pronto le pusieron a la altura de unos ‘Beatles’ que parecían su espejo dentro de la escena musical. Maradona era Dios, la piedra angular sobre la que giraba una ciudad como Nápoles y un país como Argentina. Un icono capaz de conseguir que los napolitanos dudaran a quién animar cuando en las semifinales del Mundial de 1990 argentinos e italianos se cruzaron en San Paolo.

No extraña, por tanto, que cuando el joven Maradona tuvo que elegir ídolo solo miró hacia la casaca roja del Manchester United y a su número ‘7’.

«George me inspiró cuando era pequeño. Era extravagante, emocionante y tenia la capacidad de inspirar a sus compañeros. Creo que éramos jugadores muy similares, regateadores que creábamos magia», recordó Maradona cuando murió Best.

El problema surgía cuando pitaba el árbitro y ambos guardaban las botas.

Best perdía la cabeza por el alcohol. Por cada gol que metía, su hígado ya presagiaba una noche complicada y a medida que los años pasaban, su implicación en el fútbol decrecía y era más habitual verle en la barra de algún pub de Mánchester que en la banda de Old Trafford.

Sus problemas con la bebida le llevaron a la cárcel en las navidades de 1984, a robar a una mujer para beber en 1981, a dos detenciones por conducir bebido y a un trasplante de hígado en 2002.

Best fue el claro ejemplo de cómo el mito ocultaba los trapos sucios y cómo era más fácil mirar para otro lado cuando su vida se destruía.

«Estaba enfermo, pero el único que no lo veía era yo», dijo en una de sus últimas entrevistas con ‘The Guardian’.

Maradona estaba cortado por el mismo perfil. Como retrata a la perfección Asif Kapadia en el último documental sobre el futbolista, era un secreto a voces en Italia el problema de Diego con la droga.

Una muerte lenta que era camuflada por sus jugadas en el campo y por la continua sensación de que no existía nada más importante en Nápoles que él. Si ‘El Diego’ caía, caería el fútbol con él.

«¿Sabes qué jugador hubiera sido yo si no hubiera tomado cocaína? ¡Qué jugador nos perdimos!», exclamaba Maradona en una entrevista reciente.

Un fiel reflejo de que él mismo, con el paso de los años se arrepintió de que uno de los mayores talentos de la historia del deporte -sino el mejor- se dilapidase sin freno alguna.

Para siempre quedarán sus genios. De Best es imposible no conocer alguna de las frases que le han convertido en una leyenda de ese otro fútbol, el que traspasa el césped.

«Gasté mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto lo desperdicié» .

“En el 69 dejé las mujeres y la bebida. Fueron los peores veinte minutos de mi vida» .

«Tenía una casa cerca del mar, pero para ir a la playa había que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé».

Palabras que levantan una sonrisa, rápidamente enterrada por el hueco final de un Best que murió en un hospital de Londres y que incluso mandó un mensaje de advertencia al mundo. «No muráis como yo», fue la portada de un periódico inglés con la cara desencajada y moribunda de una estrella apagándose.

15 años después se apagó la de Maradona. Un paro cardíaco arrebató al mundo al hombre que hizo saber que todo en esta vida se puede corromper, destruir y ensuciar.

Todo menos una cosa; la pelota. La pelota no se mancha.

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