COLPRENSA. La salida de José Pékerman de la Selección Colombia sólo puede generar agradecimiento de los colombianos. El legado que deja el argentino en la tricolor y en todo el país es tan grande, como los 55 años de vivencia mundialista antes de su llegada a nuestro país y más.
Los libros históricos dirán que Colombia tuvo un paso gigante de la mano de Francisco Maturana en los 80 y 90, pero en el nuevo milenio, de la mano de Pékerman, la ‘amarilla’ vivió un antes y un después.
El antes. Los más de 20 directores técnicos que tuvo la Selección tenían en su registro cuatro presencias mundialistas, con el máximo logro, octavos de final de Italia 1990, así como tres eliminaciones en la primera fase.
La Selección jugó 13 partidos en cuatro mundiales, con cifras negativas, porque perdió ocho de esos 13, empató dos y sólo ganó tres, con 15 goles a favor y 23 en contra para una diferencia de menos 9 y un rendimiento muy bajo, del 28.2%. Éramos una Selección chica.
La ‘cafetera’ era un equipo más del montón, que no estaba en el radar de nadie, que sólo tenía en su registro el 5-0 sobre Argentina el 5 de septiembre de 1993, en la Eliminatoria a USA 1994. Ese era nuestro máximo logro, así como la Copa América de 2001.
Las concentraciones eran como las de un país chico, con carnaval, con nuestro folclore presente, entre otros, factores externos que desviaban la concentración real de los futbolistas.
El después. Llegó el cambio, un proceso de siete años que permite tener hoy una Selección más madura, con más aire en la camiseta, con más profesionalismo, con una casta diferente, más imponente, más grande, aunque todavía sin ser potencia.
La tricolor pasó de números negativos a positivos, porque del 28.2% de rendimiento, subió al 46.9% histórico.
Su registro deja unos cuartos de final en Brasil 2014, con quinto lugar general, el premio al equipo Fair Play y con el máximo artillero y dueño de la Bota de Oro y del Mejor Gol del Mundial: James Rodríguez.
Las concentraciones no sólo fueron más profesionales, sino que también fueron de las más lujosas, organizadas, con la tranquilidad y comodidad de los futbolistas se transformó al más alto rendimiento posible.
La mentalidad del jugador colombiano cambió y evolucionó a un nivel muy cercano a la jerarquía de grandes.
El jugador colombiano se volvió más competitivo. Tal vez se perdió un poco ese estilo de toque, de espectáculo, pero es que cuando se inyecta el valor agregado de ser competitivos, de pensar en el resultado que al final es el que escribe la historia.
Después de Pékerman es otra Colombia, es un equipo que va en camino ser potencia, es un grupo de jugadores más profesionales, es una familia que trabaja unida, es un conjunto de talentosos héroes, son unos gladiadores que en la Arena que hace homenaje a Espartacus en Moscú lo dejaron todo, escribieron una nueva historia y se despidieron como grandes, como guerreros que volverán más fuertes, que regresarán para una conquista, con la mente puesta en la próxima batalla: Qatar 2022.