Haciendo una reflexión sobre mi propia tarea como mamá, y revisando los casos que atiendo, he llegado a la conclusión que sería saludable romper nuestra idea romantizada de ser La Madre Perfecta.
Nos encanta lo idealizado de ser La Madre Perfecta. Por eso, debemos también integrarnos con la parte difícil de la crianza, lo que no nos gusta, lo desconocido.
Nuestros hijos nos ponen a prueba en muchos aspectos de nuestra vida. En la crianza nos encontramos con aspectos novedosos, que inclusive en algún momento podemos sentir que se sale de nuestro control, y están ahí como una oportunidad de crecimiento para nosotras como mujeres y madres. Es por eso, que nosotras necesitamos crecer en amor, paz interior, paciencia, sabiduría, humildad, en discernimiento, fortalecer y desarrollar nuestra vida espiritual para así impactar la vida de nuestros hijos.
Las proyecciones que hacemos en nuestros hijos pueden ser los miedos y heridas de nuestra niña interior por la falta de amor, cuidado, amparo, seguridad y protección.
Debemos humanizar nuestra labor como madres, entender que somos vulnerables y que también estamos en un aprendizaje y crecimiento continúo. Porque muchas veces no vamos a ser tan tolerantes, pacientes para enseñar o corregir, vamos a sentir cansancio físico y emocional. Sin embargo, todo esto hace parte del proceso de ser madres. Si no comprendemos esto nos vamos a sentir frustradas, fracasadas como madres, en una tarea que no vamos a lograr hacer, nos vamos a llenar de culpa y auto-exigencia. Nos sentimos agotados porque comparamos nuestro ideal de La madre perfecta con hijos perfectos y al ver nuestra realidad nos llenamos no solo de frustración sino de miedo porque sentimos incapacidad para lograr ser La madre que en nuestra expectativa idealista tenemos.
Por eso debemos mirar nuestra manos y darnos cuenta de qué nos ha dotado Dios como mujer y madre, porque no se equivocó al darnos un hij@, puedo revisar y preguntarme ¿Con cuáles recursos cuento? Creo que una oración pertinente en este día es pedirle a Dios que nos permita ser la madre que el corazón de nuestro hijo necesita. Porque puedes tener dos hijos y te das cuenta que son totalmente diferentes y lo que te funciona con un@, no te funciona con el otr@, precisamente porque sus personalidades, identidades y necesidades son diferentes.
Por eso hoy te animo para que tu corazón siga lleno de amor, paciencia y determinación para continuar siendo la madre que tu hij@ necesita.
¡Dios nos guíe y nos de sabiduría para seguir este camino!
Marisol Laguna
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