Norma Bejarano – Psicóloga – Sexóloga
Quedar como alma en pena, o una partícula desolada por no haberse podido realizar en él, o con el otro, es muestra de la sensación de incomodidad, descontento, vacío y tristeza que proviene en muchas personas luego de su quehacer amatorio. Según la experiencia clínica, el momento de mayor conflicto entre parejas estables a veces ocurre inmediatamente tras el encuentro sexual.
“Indio comido, indio ido”
El proverbio «post coïtum omne animal triste», atribuido a Aristóteles, también a Galeno, y que traduce algo así como: “indio comido, indio ido” (también hay indias), se relaciona al sentimiento de desasosiego notorio, frustración y melancolía en el “animal humano” luego del sexo. Cuando descienden las “inas” y todo queda en ‘ruina’. O de otro modo, cuando la pareja sufre al notar el desaire, o la salida despavorida del cuadro erótico, mientras anhela que hubiese algo más que sexo o, para ser más exactos, que un coito.
¡La retirada de Eros!
Si durante un montaje amatorio la pareja cree encontrar lo que busca, pero de repente recula el dios del Olimpo, puede resultarle una experiencia decepcionante. Cuando Eros se va, queda la base real, o la esencia de lo que efectivamente une a ese par de personas. Si alguno, o los dos miembros de la pareja queda penando, hay desazón o dolor posterior a la relación erótica, es que algo le falta a la relación, ¿qué? tantas cosas: placer, diversión, compañía, ternura, planes, proyección, complicidad, comunicación, principio de realidad; en suma, philia; cuando le quitamos el peso de las hormonas y el encanto a la confluencia, y el otro se muestra como siempre, o como verdaderamente es, es posible analizar si esa relación tiene devenir, o no! Generalmente Eros no garantiza estabilidad.
¿Tiene pareja más allá del orgasmo?
Que el sexo acaba tras el orgasmo, es una idea fraudulenta. Nadie en su sano juicio quiere quedar triste luego de la relación sexual, y menos si desperdigó energías varias, relatos y performances. De hecho la ciencia nos dice que gracias a la dopamina, la adrenalina, y sobre todo, la oxitocina, debería quedarnos combustible (tranquilidad), para equis días, porque el asunto es una descarga de tensiones y de goce, aunque no siempre ocurre esto. Hay personas que sólo desean placer inmediato, sin embargo, los buenos amadores en la pareja estable, permanecen en la ca(l)ma luego de la tempestad.
“La sexualidad (de pareja) supone trascendencia”
Si hay con qué, la sexualidad nos trasciende. Ante la suficiencia y la gratificación, prospera la asociación afectiva. Si luego del sexo profundizamos en otros aspectos o afinidades, por ahí es. Pero, si cree que debe ser cortés por obligación y no por convicción, si no hay un “gracias”, si se confronta en un “que hago aquí”, si soporta pero no disfruta, si hay placer pero no la alegría de que el otro exista, entonces, es mejor buscar el por qué de la carencia, vivir y entender la tristeza, sin resistirse dándole solución a la indiferencia amorosa. Un postsexo donde siempre quedan sensaciones de inutilidad invita a revaluar la relación. Con el amante casual uno espera cualquier sorpresita, pero con la pareja estable uno desea, y como dice aquel escritor, que surja la honestidad natural cuando las defensas menguan, para entrar a la confabulación, la conversación amable o filosófica, al último chiste o chisme. Incluso al silencio acompañado, reposado y arrunchado, al menos cinco minuticos más. Lo dice Schopenhauer (matices a bordo): “la sexualidad supone, pues, una metafísica, lo que el individuo afirma en el acto sexual no es su vida individual sino su vida eterna”.