Norma Bejarano.
Psicóloga-Sexóloga
Dice Roland Barthes en -La cámara lúcida-. que «La verdad de una fotografía se revela en el silencio. Cerrando los ojos. Solo el silencio, los ojos cerrados, excita la fantasía. Cerrar los ojos es hacer hablar de la imagen en el silencio. (…) Cerrar los ojos, dejar subir sólo el detalle hasta la conciencia afectiva (hasta el deseo).
La fantasía (erótica)
Cuando nos inundan imágenes y estímulos que no dejan nada a la imaginación o, que la corrompen, por así decirlo, con ideas preconcebidas, mandatos, tareas, deberes, no queda tiempo para cerrar los ojos. La fantasía es una imagen propia, que descubre los deseos propios en toda su subjetividad «cerrando los ojos».
Fragmento:
«Mi marido no es un ser muy imaginativo, y nuestra forma de hacer el amor me parece singularmente monótona. (…) De cualquier modo, a cada uno de mis intentos para probar salir de la rutina, mi marido siempre se ha sentido ofendido,¡ o peor !. Un día, intenté acercar su cabeza a mi sexo; se negó obstinadamente, y, al final, se conformó con darme un convencional beso en los labios. La variedad, la encuentro en mis fantasías. Cada vez que recurro a ellas, tengo un orgasmo muy satisfactorio. Pienso que la variedad y la ausencia de uniformidad resuelven todos los problemas. Muchos matrimonios se vuelven pronto tristes y aburridos, porque los cónyuges repiten sin cesar las mismas cosas a las mismas horas, desde hace años. En realidad, es nuestro caso en nuestra vida conyugal. Pero, en mi cabeza, no es lo mismo, y fantaseo casi a voluntad. Con la costumbre, sé ahora de forma casi segura si mi marido, en el momento de acostarse, tiene ganas de hacer el amor o no. Si siento que está dispuesto, me preparo mentalmente, incluso antes de deslizarme cerca de él. Pienso en ello al cepillarme los cabellos, al desnudarme, etc… A veces, remoloneo en el cuarto de baño, hasta que llego, por la imaginación, al umbral de excitación óptima. Entonces, mientras repetimos por enésima vez los mismos gestos tradicionales del amor conyugal, me hundo en mis noches persas. Como en las Mil y una Noches. Soy Sheherazade. Me cuento historias eróticas diferentes todas las noches. La primera vez que empecé a inventarme esas historias, éstas ponían en escena únicamente a mí y a otro hombre, mi amante. Yo me describía todo lo que hacíamos. Más tarde, he perfeccionado mis escenarios. Por ejemplo, hacía el amor en el suelo de la cocina (quizá con el repartidor); o bien en el garaje de mi vecino, donde había ido con el pretexto de pedirle prestada una herramienta (lapsus freudiano). Durante mucho tiempo he estado fascinada por la idea de que hacía un sesenta y nueve, con gente a mi alrededor, que me miraba. (…) Soy capaz de regular el flujo de mis pensamientos sobre lo que ocurre realmente y, de esta forma, funciona muy bien cada vez, o casi». [Fragmento de carta de Nora. En Mi Jardín Secreto, de Nancy Friday]
Lo erótico en el sentido de la fantasía se hace realidad cerrando los ojos. La erótica de la fantasía es crear-nos con el «objeto» de deseo, es encarnar(nos) con el otro. Es jugar en un espacio libre con ese otro. Por eso «cerrar los ojos» es una metáfora que reflexiona en la voracidad continua, indiscreta e intrusiva a la que está, a veces, sometido el imaginario, y, donde se pierde el foco, o la atención, destruyendo el paisaje, debilitando el contacto con el otro… La sobrecarga sensorial, la exposición, la transparencia, los deberes, etc.. agobian al deseo, que nos invita a cerrar los ojos (fantasear) para lograr fundar una relación con el otro.
¡La fantasía confiere intensidad a las relaciones sexuales!
La fantasía nutre la interacción sexual, el encuentro entre sujetos, o, el encuentro erótico. La fantasía erótica confiere presencia, intensidad, minucias, y hasta asuntos que en otro momento consideramos insignificantes o chocante, a nuestros deseos… Sin fantasía no hay deseo, o, no hay deseo sin fantasear. En la fantasía erótica no se siente a uno mismo, se siente al otro. Nos sentimos con el otro. Es el imaginario erótico el que propone, el que funda, posibilita, o no, la acción… La fantasía y el deseo forman parte del imaginario erótico de las personas, y sin éstas es complicado un arrumaco satisfactorio. La fantasía surge para dar cuenta de lo que no se tiene y, que seguramente no se podrá tener (estas no están para hacerse «realidad»), pero sí nos pintan escenarios, nos permiten crear-nos con «ojos cerrados» para vivir-nos en ellos, para, en suma, ¡vivir!