Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga.
Instagram: @normasexologia020
Cuando las familias deciden enfrentarse al diálogo ‘sexual’ creen que parten de cero, como si el sexo a su alrededor no hubiese existido nunca. Y aunque crean no saber de qué hablar a sus hijos, lo cierto es que, saben cositas, y esas “cositas” que saben pueden ser interesantes para establecer criterios.
Una vez solicitada (o no) la charla por parte de alguno de los hijos, usualmente porque ocurrió alguna emergencia, se dan cuenta de que tienen el asunto bastante confuso. Les resulta difícil saber qué enfocar para saber qué decir, pues la única relación que han tenido con lo “sexual” proviene de experiencias personales o exteriores en general basadas en amenazas y pornografía, lo cual cuenta para confundir más o para resolver a su manera. Luego las incipientes conversaciones no incluyen ningún contenido que saque a los adolescentes de las distintas playas del “locus genitalis” o del discurso normativo.
1.¡Paisajes antiguos o desiertos!
Las conversaciones sobre sexo en las familias comúnmente tratan de los riesgos de las relaciones íntimas sazonadas con advertencias, regaños y prohibiciones. Algunas “más modernas” o sin opción negocian las “permisiones”, eso sí, “con cuidado”. Sin embargo, (casi) todas las pláticas van con el foco puesto en el folleteo: el follar (copular) y sus morisquetas. Ocurre que los miembros de la familia creen por sexo una cosa y no otra, y la cosa es lo que transmiten. Si entienden que el sexo son los enredos de genitales, lo que harán es decir que aún no es tiempo; que sin amor no; que hay que esperar, etc. Si la idea de “esperar” no pega, entonces no queda más que decir “copulen con cuidado” no vaya y sea, “le pase lo que a mí”; “me traiga la barriga llena de huesos”; o “se le caiga el pipí por una infección” así las cosas, el consejo que queda es que usen Condón. Por otro lado, si conciben el sexo como un placer y la solución felicifoide de la vida el debate será hedonístico con trucos, técnicas, juguetes, pitos flautas y condones de colores.
2.¡La charla con los sexos!
Dice Samuel Díez Arrese que “si entendemos que es el sexo es lo que somos, hombres y mujeres, y que justamente por ser sexuados somos diferentes y únicos, la educación sexual se convertirá en la educación de los sexos, o sea, en educación de hombres Y mujeres, por lo que la cosa tal vez varíe sustancialmente”. Esto quiere decir que se pasará del “hacer por tener”, al “hacer para ser”.
La charla con los sexos, los sujetos sexuados, se enfocará a que se conozcan, se acepten, expresen y organicen sus deseos según ellos, sus modos diversos, y no bajo los modelos o experiencias de otros. Es decir que cuando vayan a la relación erótica, lo hagan siguiendo la pista de sus deseos, no desde lo que se impone, “deben” o “tienen” que hacer para ser por fin hombres, o por fin mujeres.
3.¡Paisajes más modernos y cultivados!
La primera conversación no debe llevar el contenido lúbrico, genital, excitativo u orgásmico, eso está bien, pero luego. De entrada se sugieren modelos más flexibles orientados a las distintas formas de ser, no para demostrar lo que son al mundo. Que comprendan que no tendrán que enfocarse en el hacer sino en el ser lo que ya son: sujetos diversos, con placeres propios, criterios, y deseos, así unos estén de acuerdo y otros no.
Hay muchas preguntas, ganas de conocer, y para eso es interesante aprender a hablar y sobre todo, a escuchar.
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