La Boca, uno de los barrios más icónicos de Buenos Aires visitado por miles de turistas cada año, se ha convertido en una zona desolada durante los casi cuatro meses de cuarentena en la capital argentina.
Usualmente hombres y mujeres bailan tango sobre sus calles empedradas, plagadas de restaurantes con música en vivo, en medio de artistas callejeros que pintan murales sobre las fachadas de colores intensos.
Pero ahora, «esto que era todo turístico murió», se lamenta Lucas Gauna, un hombre de 40 años que trabaja en un café y panadería en una calle céntrica del barrio.
«El impacto ha sido 300% negativo. Esto se llenaba de gente, hoy apenas vendemos un canastito de pan y cuando cerramos viene gente para que se los regalemos», cuenta.
Azul y amarillo
Casi ningún turista que llega a Buenos Aires quiere perderse este pintoresco lugar bordeando el riachuelo ni la posibilidad de sacarse una foto en Caminito, un callejón flanqueado por réplicas coloridas de los antiguos «conventillos», como se denomina a las casas humildes de chapa que compartían varias familias.
Predominan el azul y el amarillo, los colores del equipo de fútbol del barrio, Boca Juniors. La Bombonera, el estadio del equipo, vibraba los días de partido.
Pero durante el confinamiento por la pandemia de la covid-19, que se extiende desde el 20 de marzo, las galerías de arte, los restaurantes y negocios están cerrados. La poca gente que se ve hace cola frente a las numerosas ollas populares que allí se han instalado.
Para Adrián Errea, que tiene dos grandes tiendas de artesanías, la situación es catastrófica.
«Cero facturación, pero al mismo tiempo hay que pagar los costos», afirma este hombre de 54 años.
Algunos restaurantes ofrecen «delivery». Pero en este barrio, la mayoría no puede costear los precios que estaban pensados para turistas.
«Estamos tratando de sobrellevarla para no cerrar», dice Anaí Imán, una camarera de La vieja Rotisería, uno de los restaurantes más emblemáticos.
El fenómeno no se limita a La Boca: muchos negocios han cerrado durante la pandemia en este país en recesión desde 2018. Para este año se prevé que la economía argentina sufra aún más por efecto de la pandemia, con una contracción estimada de 9,9%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
«Primero está el fútbol»
Cada esquina de La Boca refleja la influencia de la inmigración de italianos genoveses que allí se asentaron durante la ola migratoria en la segunda mitad del siglo XIX, cuenta el escritor Carlos Semino, autor de «La escuela de arte de La Boca», el barrio donde él nació.
Desde sus balcones sobresalen representaciones de los personajes más célebres del país como Carlos Gardel, Diego Maradona o Evita Perón.
Para la mayoría de sus habitantes, «lo peor» es haberse quedado sin fútbol.
«Es la muerte. Para nosotros el fútbol es Boca y Boca es todo; es lo que nos da alegría, es lo que nos distrae de este mundo de mierda», explica Gauna.
«Extraño el abrazo»
Guillermo Alio, al igual que la mayoría de los artistas del barrio, aún rinde homenaje al pintor Benito Quinquela Martín (1890-1977), que tiñó al barrio de vivos colores.
Tan solo meses atrás, pintaba acuarelas y bailaba tango frente a su pequeño café.
«Extraño el abrazo que ahora está prohibido», asegura.
Edigson Agudelo (conocido como Shogun) se mudó allí desde Colombia hace tres años enamorado de la calle Caminito, que tomó el nombre del tango compuesto por Juan de Dios Filiberto. La letra es una melancólica reflexión sobre el paso del tiempo del poeta Gabino Coria Peñaloza, inspirado en un sendero de la localidad de Olta, en la provincia española de la Rioja.
«Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar, he venido por última vez», reza una estrofa.
Para Agudelo, lo peor de la pandemia es la desolación en esa calle tan famosa.
«Nunca en la historia del país se cerró».
Pero para Semino, el barrio ya había muerto mucho antes. «Es un barrio residual que vive del pasado, ya no tiene identidad», sostiene.