IBAGUÉ. Ante el Juzgado Séptimo con Función de Control de Garantías, fueron presentados Jorge Hernán Rivera Vera y Julio César Fernández, capturados por agentes del cuadrante del sector de Buenos Aires, cuando presuntamente intentaban hurtar seis volquetas de la Trilladora Corinto.
La Historia. De acuerdo con lo narrado por la Fiscal Séptima, el encargado de la seguridad de 12 volquetas guardadas en el lugar donde ocurrieron los hechos, le contó a las autoridades que a eso de la 1:00 de la madrugada del domingo realizaba la ronda cuando llegó una camioneta. En ese momento él fue por la carpeta de la minuta porque pensó que había arribado el supervisor o la Policía.
Según el vigilante en ese momento se bajó del automotor un hombre rubio quien le aseguró que iba a dejarle una tarjeta a la administradora del lugar y que al otro día hablaba con ella porque ya no tenía tiempo.
De película. Cuando el vigilante estaba a pocos metros cerca de 10 sujetos lo interceptaron y amenazaron con un arma de fuego diciéndole que eran de la Policía Judicial y que no se hiciera asesinar.
Los hombres llevaron al guarda de seguridad hasta la cafetería. Uno de ellos abrió la nevera, tomó agua y le ofreció a sus cómplices. Luego trasladaron a la víctima hasta la planta de la trilladora y supuestamente le dijeron que si quería que su familia siguiera con vida tenía que esperar a que llegara el supervisor y que cuando lo viera actuara normal. Al parecer los maleantes pretendían asesinar al supervisor de la empresa de seguridad.
Querían cobrar la vacuna. La víctima aseguró que luego de recibir un golpe en el mentón, los sospechosos lo amarraron y que al poco tiempo vio a un compañero que igualmente fue despojado de su arma de dotación. Según el vigilante uno de los supuestos ladrones comentó que tenían plazo hasta las 4:30 de la madrugada para llevarse las volquetas y que aseguraban que inicialmente las iban a quemar porque el dueño no pagó la vacuna, pero que decidieron hurtarlas.
Pasadas varias horas llegaron uniformados de la Metropolitana pertenecientes al CAI de Buenos Aires y cuando uno de los capturados los vio, corrió y disparó alertando a sus cómplices quienes huyeron.
El guarda de seguridad puntualizó que cuando escuchó los disparos rogó que no fueran en contra de su jefe, pero que en ese instante los policías lo llamaron por su apellido y se dio cuenta que todo había acabado.