IBAGUÉ. El terremoto y tsunami de 8.9 grados de magnitud que sacudió a Japón en marzo del año pasado, también lo hizo en la vida del ibaguereño radicado en ese país, Hernán Castillo Parrales.
Por invitación de una prima, el tolimense hizo la gestión para viajar, y desde el 2000 reside en la tierra del ‘Sol naciente’ donde trabajaba y enviaba dinero para el sustento de su hogar, pero la situación laboral luego de la catástrofe natural se puso complicada para los inmigrantes.
Las oportunidades de ocupación son prioridad para los nativos, mientras que los extranjeros deben rebuscarse con otros quehaceres. Además, la ilegalidad de ‘Primo’, como le dicen de cariño, le ha dificultado la estabilidad desde hace año y medio.
“En los últimos meses mi hermano se mantenía con los ahorros, y debía algunos meses de arriendo. Él dice que la señora de la casa donde vivía fue la que lo aventó. Los de inmigración llegaron a la habitación a buscarlo con foto”, aseguró Astrid Castillo, una de las hermanas.
Desde inicios de junio, recalcó la pariente, “Hernán está en una casa bonita pero con rejas en Tokio. Cuando se comunica dice que lo tratan bien, que lo dejan llamar pero no le permiten salir y que con frecuencia lo acosan por el dinero para devolverse”.
“Mi hermano perdió las cosas que tenía en su apartamento. Lo que construyó en 12 años lo perdió. Nunca se pudo legalizar porque costaba mucho dinero y tenía que casarse en ese país”, dijo Elizabeth, otra de las parientes.
Los tiquetes aéreos cuestan 4 millones 500 mil pesos, dinero que no tiene su familia para la repatriación.
“Es una cifra bastante alta. Algunos amigos nos han colaborado y tenemos aproximadamente 150 mil pesos, por esto pedimos la ayuda de la comunidad para traer a mi hermano que se fue a buscar mejores oportunidades y ahora está en una situación complicada”, puntualizó Elizabeth.
“No se devolvió por miedo”
Ante la emergencia y los daños que ocasionó el tsunami el año pasado, parte de los inmigrantes colombianos fueron repatriados, pero ‘Primo’ no lo hizo por temor, ya que no tenía los papeles al día.
“Él no se pudo devolver en ese entonces porque tenía miedo de que le pasara algo, pero la situación se ha complicado y estaba vendiendo algunas de sus pertenencias para poder regresar y continuar la vida en familia”, explicó la mamá.
¿A qué se ha dedicado?
Desde hace 12 años, cuando Hernán Castillo abandonó Colombia y se radicó en Japón, ha trabajado en diferentes multinacionales, entre ellas Nissan, Sanyo, en discotecas y en fábricas de mangueras.
“Mi hijo es una persona trabajadora. A lo que sea él se le mide. Antes del tsunami las cosas marchaban bien. Mandaba el dinero para el sostenimiento de la familia”, narró la mamá, María Elizabeth Parrales.
Antes del 2000, Castillo Parrales laboró en una empresa de televisión por cable, fue juez de natación, y perteneció varios años a la Sijín de la Policía.