Norma Bejarano.
Psicóloga-Sexóloga
«El sexo es natural en los pulpos, pero en los humanos, que claro que somos seres biológicos, es tremendamente cultural. Por eso practicarlo no nos hace más animales sino infinitamente más humanos». Esta frase brillante de Valérie Tasso podría responder con un poco de sagacidad, al título de este artículo. Sin embargo, ante tanta estulticia alrededor del sexo, aclararé algunas cosas.
“Obedecí a mi instinto”, “me pudieron las ganas”, “no pasa nada, es natural”, etcétera, son frases que escuchamos comúnmente aludiendo a que seguir el impulso; calmar las ganas; o hacer lo natural, es la regla, o es lo bueno; un tema de necesidad corporal en el que no hay que ir contra-natura, no vaya y sea muramos por incumplirle a la corazonada. Aunque también suele pasar que eso a lo que la gente dice “no es natural” se le llame perversión, o pecado. ¿Todo lo natural es bueno?, piensen si por natural ¿se aguantarían los bichos intestinales? Por otro lado, tampoco lo que vaya “contra-natura” es una “perversión”, hay ahí más un tema de control, un tema cultural.
¡El sexo no se nos da únicamente por naturaleza!
Hay una pequeña parte del sexo que es natural en los humanos, somos seres biológicos; pero es más grande la carga o influencia cultural. Plantea un sexologema que «el sexo (en su estudio) no es un hecho natural. No viene dado por la naturaleza. El sexo es una creación de los seres humanos: hecho a su medida. Por ellos y para ellos. Esto quiere decir que el sexo es un valor. Un valor no se improvisa, no surge de la nada. Un valor se diseña, se construye. Se cuida y se cultiva».
De lo que nos dota la naturaleza es de unos materiales, ejemplo, los genitales, un sistema endocrino, y otros órganos. Y la cultura nos ofrece otras herramientas culturizadas: un lenguaje, una historia, una escala de valores, identidades, fantasías, deseos, afectos, seducciones, sensaciones, emociones, tabús, tópicos, misterios, representaciones, hasta datos, estadísticas, manipulaciones, condenas y disfunciones. Así el sexo se convierte en una gran idea y en todo un conjunto que se afecta y con el que nos organizamos de una u otra manera, o por el influjo de la divulgación colectiva.
¡De lo natural a lo cultural!
Dice Edmund Leach, que “la capacidad simbólica y verbal de los humanos, hace de ellos un ser único y distinto de los otros seres de la naturaleza”. Por eso de momento no nos interesan los pulpos. Nos interesan los seres humanos, y cómo se van haciendo sujetos sexuados. Si le dejáramos el sexo a la naturaleza, y que sea lo que “Dios quiera”, entonces poco por hacer.
Pero al sexo le interesa que lo analicen, lo estudien y desguacen para descubrir qué es lo que gusta, o no de él a los sujetos. Lo que estos desean y rechazan, lo que les hace felices o infelices, y demás asuntos robustos.
Concluyendo… somos mezcla de biología y cultura. En cuanto a sujetos sexuados somos más cultura que biología. El sexo y su ejercicio, la sexualidad, son una experiencia biográfica, con cargas simbólicas y lenguaje, históricamente constituidas y creadoras de sentido a través de diversas formas de racionalidad individual y social. El sexo es cultural cuando se condena, se exige, se disfruta, se prohíbe, se permite, se manipula, ordena o des-ordena. Pero también cuando se cultiva, esto es, cuando se educa para que, en nuestro estado “natural”, o el que elijamos no nos hagamos la vida de cuadritos.
El sexo es cultural cuando se condena, se exige, se disfruta, se prohíbe, se permite, se manipula, ordena o des-ordena”.
Hay una pequeña parte del sexo que es natural en los humanos, somos seres biológicos; pero es más grande la carga o influencia cultural”.