La indomable topografía y décadas de abandono estatal mantienen aisladas a varias zonas de Colombia donde la pandemia se ensaña. En sus avionetas privadas, empresarios responden al pedido oficial para llevar ayudas a esas regiones en las que la covid-19 avanza a paso acelerado.
El capitán Ernesto Pérez descarga insumos médicos en la ciudad selvática de Quibdó, capital del Chocó, uno de los departamentos más pobres de Colombia y donde el nuevo coronavirus ha hecho estragos con el endeble sistema de salud.
En la emergencia sanitaria «se me unieron la pasión de volar con la pasión de ayudar», dice a AFP este hombre de 56 años, propietario de una compañía de pagos electrónicos en Bogotá.
Pérez y otro centenar de pilotos-empresarios del Aeroclub de Colombia respondieron al llamado directo del presidente Iván Duque para entregar ayudas a regiones en medio de la selva o el desierto en sus aeronaves privadas tras el cierre del espacio aéreo el 23 de marzo como medida para frenar el nuevo coronavirus.
Con los vuelos comerciales suspendidos y confinamiento obligatorio desde hace tres meses, la labor de estos empresarios ha sido clave para transportar toneladas de insumos médicos, unas 16.000 pruebas de la covid-19 para procesar en laboratorios de Bogotá y hasta personal médico en un país atravesado por tres cordilleras andinas que superan los 4.000 metros.
El Aeroclub de Colombia ha realizado más de 150 vuelos a los departamentos de Amazonas, donde la pandemia se coló desde Brasil, así como a La Guajira y Arauca, fronterizos con Venezuela, entre otros.
«El aeroclub se volvió mi sitio de despacho y mi segundo hogar» porque «la empresa sigue en teletrabajo», cuenta Pérez, un hombre alto y canoso, tras regresar de la húmeda y calurosa Quibdó.
Otras organizaciones de empresarios voluntarios operan de forma similar en Colombia. En Cali (suroeste), la tercera ciudad del país, la Patrulla Aérea Civil del Pacífico también realiza vuelos humanitarios.
Alivio
El encargado de la Presidencia para coordinar y acompañar los vuelos, Max Peña, destaca la labor de los empresarios-piloto, que trabajan como voluntarios.
«Somos un país limitado (…), con lo que hacen ellos logramos que el país tenga en menos de 24 horas estas pruebas en el laboratorio y las estadísticas [actualizadas] en las regiones», asegura.
Al Chocó, por ejemplo, Pérez y sus colegas llevaron batas médicas, tapabocas, reactivos y dos especialistas en epidemiología. Además, trajeron a Bogotá pruebas de diagnóstico.
Las alarmas en suelo chocoano se prendieron con fuerza el fin de semana con una imagen que se viralizó en redes sociales. Tirado en el suelo y con oxígeno, un posible portador de la covid-19 falleció en la puerta de un hospital de Quibdó a la espera de atención.
En el departamento hay 715 contagios detectados y 20 muertos, para una tasa de 38 fallecidos por cada millón de habitantes. En Colombia, una nación de 50,3 millones de habitantes, se reportan casi 55.000 contaminados y unos 1.800 óbitos.
Los hospitales públicos chocoanos no cuentan con unidades de cuidado intensivo para atender a una población de medio millón de personas.
Aunque las autoridades colombianas dan parte de un control relativo de la pandemia, los contagios y muertes se han multiplicado en un mes.
Los pilotos-empresarios se preparan para días agitados y para mantener en el aire sus avionetas con recursos propios al menos hasta que se reactiven los vuelos locales, el 1 de julio.
«No tengo ninguna otra satisfacción sino de ayudar, de entregar y de seguir adelante con esta ayuda», afirma el capitán Pérez.