En sus 16 años como escribiente, José Díaz Mora nunca había visto su puesto tan vacío. Ya son dos meses sin obtener dinero de su trabajo, que consiste en asesorar a personas que tienen problemas legales y poco dinero para contratar un abogado.
Es uno de los pocos que van a la zona lateral de la Gobernación, donde se ubica la mayoría de los también llamados ‘tinterillos’ a trabajar, debido a que la mayoría de sus compañeros supera la edad permitida para salir.
“Antes de la pandemia atendía unas 10 personas al día. Ahora, con esto del Coronavirus, vengo de vez en cuando y miro si hay gente que necesite mis servicios. Hoy, por ejemplo (10 a.m.), me asomé y vi dos personas”, cuenta don José.
Es ingeniero metalúrgico e inició como escribiente por necesidad, pues llegó el día en que quedó desempleado y por su edad nadie lo empleó más.
“Resulta que en Colombia es delito pasar los 40 o 50 años, pues nadie lo contrata a uno así que me vi obligado a trabajar acá para poder conseguir para la ‘sopita’. Inicié en la Plaza de Bolívar, cuando le comenté a un señor, que todavía trabaja acá, que necesitaba trabajo.
“Él me dijo: ‘Hágase acá, póngase a trabajar mientras saca el permiso’. Y me metí con una máquina y hacer papeles y contratos. Eso fue en 2004”, recuerda.
Empírico
Son más de tres lustros de experiencia y ahora, dice, tiene más libros de derecho que de ingeniería, y en su biblioteca personal reposan decenas de textos dedicados a todas las especialidades de la abogacía, pues a su trabajo llegan toda clase de problemas.
“Quizá me equivoqué de profesión, porque me gusta más el Derecho y acá lo aprendí. Sé los temas laborales, de familia, tributario y penales. Acá hay que ser ‘todero’ y todos los días leer, actualizarnos, porque las leyes cambian constantemente”, agrega el escribiente.
Dice, además, que su satisfacción es que vuelva un cliente a agradecerle porque las demandas o tutelas prosperan, y estos le llevan más personas para que les ayude.
“Hago mucha tutela, es que hay que saber interpretarlas. Hay gente que cree que esta acción es para todo y la verdad es que es útil para reclamar los derechos fundamentales como vivienda, supervivencia o trabajo, y sé argumentarlas muy bien, ya que un juez debe resolverla en 10 días”.
Nació en San Antonio y es amigo del magistrado y paisano Danilo Rojas. Dice que se aterra bastante de la mala ortografía que tienen los estudiantes de ahora, pues, en muchas ocasiones, ha recibido documentos redactados en computador y, aún así, con demasiados errores.
Un trabajo elaborado por un escribiente puede costar entre 20 mil y 60 mil pesos, dependiendo de lo que se contrate.
Dato
De su trabajo se benefician su compañera sentimental y un hijo.