El sexo y su absurdo: entre recetas médicas y la pérdida del deseo 

Imagen ilustrativa

Norma Bejarano. 
Psicóloga-Sexóloga

El arranque explícito, la lubricación abundante, la erección potente, el orgasmo intenso, la eyaculación por minuto, el movimiento empotrador, el agite, y el convite se han convertido en fórmulas médicas para sedentarios y perezosos.

Recientemente en un congreso de medicina funcional en ‘algún lugar de la Mancha’ colombiana, una profesional de la salud recomendaba practicar sexo como una manera de cumplir los mínimos del movimiento para la salud física, es decir, como ejercicio para mejorar condiciones cardiovasculares, entre otros asuntos. Prescribir viene del latín preaescribêre que significa especificar una acción o procedimiento para cierto fin. Pero, ¿tiene un fin el sexo?

¡Lo que Dios mande!

El sexo con fórmula médica dota a la personas de pura positividad, como el coach motivador porque… “sólo es cuestión de actitud”. Pero también hace recaer sobre el ser vulnerable la culpa de sus males físicos:  “eso es por ser tan sedentario”, “es por comer mal”,  “por odiar al mundo”, “eso es por falta de sexo”;  anulando en aquel sujeto el espíritu crítico, la compresión de lo que le sucede, y la responsabilidad de la sociedad. Las regulaciones generalistas sobre prácticas, deseos, y encuentros sexuales no entran en el esquema de los sujetos sexuados. La sexualidad es algo particular donde no cabe lo que Dios o el médico manden ni el acetaminofén para todos. Las recetas colectivas para practicar sexo podrían hacer más mal que bien.

Lea también: Temen que hombre, víctima de violación, atente contra su vida

¡Espacio para el negocio!

El “sexo mandamiento” cae en el modelo neoliberal del rendimiento. Recomendando el sexo como una necesidad vital; algo indispensable, un movimiento aeróbico para obtener réditos: resistencia, potencia, unas “nachas” tonificadas, masa muscular, bajar grasita, etc, van convirtiendo al sujeto en un consumidor que no tiene un interés real por el sexo, el vínculo, la otredad, o el sentido, sino por el beneficio. La libertad de los sujetos cae ante la pasividad del consumidor.  El sexo con un fin se traduce en ventas.

¿Y, el lugar del deseo?

El imperativo ideológico del follar, o tirar no aumenta el deseo sino la exigencia, y estos son incompatibles. El deseo no se concibe en algo al servicio de.  Al parecer algunos expertos de la salud siguen por la guía del rendimiento técnico, pero esto no les garantiza el conocimiento conceptual de lo que están recomendando a sus pacientes: ¿qué es el sexo?, ¿para qué he de vincularme eróticamente? El deseo está para sentirse a gusto y pasarla bien no para ser funcionales y rendidores. No hay dos deseos iguales. Eros no se ubica en prescripciones corrientes. Eros está en la alteridad no en el objeto a consumir. El deseo tiene sus pistas, seguirlas va en los gestos voluntarios de los sujetos, no en conductas preestablecidas. Y si de salud se trata, no saben cuánto hay de saludable en el desear, y no en el imperativo de gozo. El deseo y sus caminos diversos, ese sí es un beneficio para la vida de los sexos.

¡El sexo no es utilitario! 

Cuando nos resolvemos por el encuentro sexual, el del recetario, partimos con un fin, por ejemplo, llegar a la meta de quemar 90 calorías mediante la pose del “caballo salvaje” aumentando las pulsaciones. El sexo no es utilitario, no está para generarnos asuntos concretos, no tiene un fin definitivo. 

Las recetas normativizadas intervienen en nuestra psique y las condicionan a un nivel prereflexivo.  Perseguir un objetivo y un resultado lleva a que los sujetos no se vean como “sí”, y “entre sí”, sino como objetos.

MÁS NOTICIAS

¿Qué ocurre con el Parque de los Abuelos? Es el principal lugar de recreación de Rincón de Piedra Pintada

Batalla campal dejó un muerto: tragedia en La Gaviota

No cesan los problemas de alcantarillado: ocasionan inundaciones, aguas negras y contaminación

Noticias Recientes

Suscríbete

Recibe contenido diario con nuestra suscripción mensual.

Danos tu opinión