«El país algún día abrirá los oídos a la reconciliación”: Leyner Palacios

«Hay que seguir caminando porque la vida no se acaba con las desgracias; la vida continúa». Lo dice Leyner Palacios, que de dolor sabe bastante.

Sobrevivió a la masacre de Bojayá, pero perdió a 28 familiares, además de varios amigos; la violencia lo ha desplazado seis veces; ha recibido amenazas por su labor como líder social, incluso mataron a su escolta; a veces el miedo no lo deja dormir. Aunque confiesa que ha pensado en tirar la toalla, sigue trabajando por la paz que sueña.

Palacios hace también un llamado a que los victimarios contribuyan con toda la verdad, “no podemos tolerar que nos vengan con engaños en este proceso”.

¿Qué significa para usted integrar ahora el equipo de la Comisión de la Verdad?

Este nombramiento como comisionado de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad significa una luz de esperanza, una motivación para continuar el trabajo por la paz. Pero también significa un gran espaldarazo que da la Comisión a la labor de un líder social que ha sufrido los embates de la guerra, pero que ha sido un promotor de la consolidación de procesos de reconciliación y paz.

También lo entiendo como un contundente rechazo que la Comisión hace a los fenómenos de violencia y ataques que están recibiendo los líderes y lideresas sociales en el país.

¿Cuál es la importancia de que el país conozca la verdad?

Es de suma importancia porque pueblo que olvida su historia, pueblo que la repite. Hemos dejado más de 9 millones de víctimas, más de 220.000 personas asesinadas, en su mayoría civiles, también más de 80.000 desaparecidos. Es una estela de desgracia que ha generado impactos profundos que no nos alcanzamos a imaginar. La verdad nos lleva a encarar la necesidad de transformar comportamientos, patrones que tal vez hoy podamos estar viendo como normales. Necesitamos revisar nuestra historia, el pasado doloroso que hemos tenido, para encarar el futuro.

Pero esta verdad tiene que ser una verdad que nos asegure las posibilidades de reconciliación del país; tiene que ser una verdad que facilite caminos de unidad.

Algunas comparecencias de Farc han dejado un sinsabor entre las víctimas porque se considera que no están diciendo toda la verdad, ¿cree que ellos sí están comprometidos?

Valoro el hecho de que algunos comparecientes estén participando en este proceso con todas las entidades. Sin embargo, es preocupante para las víctimas y es normal el rechazo cuando sentimos que una persona que participó en un hecho, no está diciendo la verdad completa. Eso indigna y duele profundamente. La invitación es a que cada uno de los comparecientes de los distintos sectores contribuyan con el más alto nivel de verdad. Las víctimas son el centro del Acuerdo y se debe tener en cuenta el respeto por su dignidad, y la dignidad de las víctimas parte también en la medida en que esa verdad que se cuenta sea, como dicen en el campo, ‘la verdad verdadera’. No podemos tolerar que nos vengan con engaños en este proceso.

En la Comisión tenemos un mecanismo para contrastar las verdades que nos llegan. A nosotros nos corresponde, dentro de la metodología definida, indagar para poder determinar el grado de confiabilidad que puede tener un testimonio.

Por otra parte, se ha conocido de amenazas en su contra, incluso del asesinato de su escolta, ¿qué le da fuerzas para seguir su lucha como líder social?

Cuando observo a personas que han sufrido situaciones iguales o peores que yo, luchando cada día con tenacidad, para mí son un ejemplo de esperanza. Conozco testimonios de personas que han sufrido terriblemente y no repiten la violencia, sino que promueven acciones de reconciliación, crían a sus hijos y a sus hijas en los valores, en el respeto y la tolerancia, y digo ¿por qué no lo puedo hacer yo si también soy un ciudadano? Todo eso me lleva a decir: no podemos recurrir a la violencia. Yo sueño con un país sin grupos armados, sueño con un país donde podamos discutir las diferencias sin recurrir a la violencia, donde podamos fortalecer la democracia. A mí me gusta el debate sano, la construcción y tengo esos sueños. No quiero cerrar mis ojos sin ver que eso sucede en mi país, y por eso lucho para que lo alcancemos.

Lo que puedo decirle a Colombia es que a pesar de las dificultades, a pesar de los ataques, yo seré un hombre de construcción de paz, de diálogo y compromiso con la reconciliación.

Usted es uno de los sobrevivientes de la masacre de Bojayá, ¿cómo se puede superar tanto dolor?

No es nada fácil, eso fue una enorme tragedia. Yo perdí alrededor de 28 familiares, entre primos y sobrinos, pero también amigos y amigas en esta masacre. Fue un golpe muy grande del que es muy difícil recuperarse. Los impactos de la guerra son muy duros y los procesos de superación muy largos. Cuando uno es una persona de fe, se aferra a la vida y a las posibilidades de lucha y uno dice: hay que seguir caminando porque la vida no se acaba con las desgracias, la vida continúa.

Yo comprendí que después de la masacre de Bojayá, si bien habíamos perdido mucho y nos dolía inmensamente la muerte, la vida había que continuarla, y eso también le permite a uno avanzar. A veces a uno le dan ganas de tirar la toalla, de desfallecer y dejar todo tirado, más cuando continúan las persecuciones. He sufrido seis desplazamientos en mi vida y uno se confunde. No es fácil dejar la familia, los amigos, el entorno en el que uno se desenvuelve. Pero insisto en que la vida ha de seguir y a mí me motiva ver el sol amanecer y la noche llegar.

Y sigue teniendo fe por la paz…

Por supuesto. Precisamente cuando yo experimento todo lo que significa esa desgracia y cuando veo lo que está pasando, eso me moviliza a tener que decir que esto lo tenemos que cambiar. A mí no me moviliza incentivar la guerra, me moviliza el rechazo a la guerra y la construcción de paz. No desfalleceré en esa posibilidad. El país algún día abrirá los oídos a la reconciliación, el país algún día garantizará la paz. No podemos dejar ese camino, y yo seré un batallador más. La paz es posible.

¿Empeoró la situación de los liderazgos sociales durante la pandemia?

Desafortunadamente la situación de liderazgo social en el marco de esta pandemia se ha visto más afectada. Los niveles de desprotección en la que quedó el liderazgo social en el contexto de la pandemia fue muy delicada porque los líderes quedamos ubicados en sitios muy fácil de determinar. Cuando no había la pandemia, las personas podían movilizarse y estar en distintos lugares, pero ahora nos tocó quedarnos en un solo sitio. Pero también la labor del liderazgo se vio desprotegida en la medida en que las actividades de acompañamiento, de relacionamiento con las comunidades fueron disminuida sustancialmente, la labor del liderazgo social sufrió mucho con esta pandemia y seguimos sufriendo.

Además en este contexto no conseguíamos, incluso, ni dónde poner las denuncias porque la institucionalidad, que ha estado distante en algunos casos, ahora estaba más lejana. No es fácil para un líder poner una denuncia por teléfono o por el mundo de la virtualidad, cuando los que nos persiguen a veces tienen posibilidades hasta de controlar nuestros medios de comunicación. A muchos nos tocó aguantar las agresiones.

¿Hoy en día, duerme tranquilo?

Dormir tranquilo en medio de la persecución es muy difícil, sobre todo en medio de la desconfianza, en medio de la incertidumbre. Tuve momentos, incluso después del asesinato de mi escolta, que no dormía, me quedaba todas las noches sentado en una silla Rimax, pensando en qué momento vienen a atacarme. Pasaban semanas en las que solo me echaba un pequeño sueño porque estaba rendido, pero tenía la sensación de que en cualquier momento me venían a matar. Han sido momentos muy difíciles.

En este momento estoy intentando dormir y, sobre todo, mantener el horizonte del trabajo. Cuento con un sistema de protección de UNP y también me acompañan organizaciones internacionales, tengo un monitoreo que permite, de cierta manera, una tranquilidad, aunque no es una tranquilidad total.

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