El infierno de Sarita

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IBAGUÉ. Tras siete horas de audiencia, el Juez Quinto con Función de Control de Garantías envió a la Cárcel de Picaleña a Ángela Johanna Guerra Urueña y a su esposo Edilberto Rojas Torres, padrinos de Sara Ayolina Salazar Palacios, acusados de ser los responsables de su violación, tortura y homicidio en Armero Guayabal.

Audiencia. Sobre las 3:30 a.m. de ayer terminó la diligencia judicial donde el Fiscal 44 de la URI entregó cerca de 40 fotos, 47 entrevistas y material probatorio con el que le imputó cargos a Guerra Urueña por homicidio agravado, tortura agravada y acceso carnal violento agravado, y a Torres Rojas por tortura agravada. Dichas pruebas demostraron a qué vejámenes fue sometida Sarita en año y medio que estuvo bajo la custodia solidaria de sus padrinos.
Mientras se llevó a cabo la audiencia a puerta cerrada, un grupo de mujeres con velas encendidas afuera del Palacio de Justicia gritaron palabras soeces en contra de los detenidos por el atroz asesinato.

Infierno. Sarita vivió un infierno mientras convivió con su madrina Ángela Johanna que en vez de ser su ‘salvadora’ tras ser entregada por su madre biológica se convirtió en su verdugo, según lo demostraron los investigadores de la Fiscalía y Policía, pues la pequeña de tres años de edad, fue presuntamente maltratada por todos los miembros de la familia que la cuidaba, la encerraban en una bodega contigua a la casa en la vereda La Joya donde residían y tras la necropsia su cuerpo mostró que tenía signos de maltrato físico con cicatrices de aproximadamente seis meses de anterioridad a su muerte en sus brazos, pies y rostro, pues tampoco tenía cinco dientes por lo que se presume que los perdió tras ser golpeada reiteradamente. Por una infección bacteriana que no fue tratada a tiempo Sarita no tenía cartílago en su tabique y en sus piernas se evidenciaron múltiples cortadas con arma blanca, tampoco tenía algunas uñas de sus dedos ni la falange de un dedo anular.
La pequeñita permanecía como la ‘Cenicienta’, encerrada, abandonada y no le daban comida por lo que estaba con desnutrición avanzada. Se conoció que Salazar Palacios antes de su muerte fue llevaba donde una curandera por su madrina para que la tratara, pero ésta le dijo que debía trasladarla al hospital. En cámaras de seguridad del centro asistencial de Armero Guayabal quedó registrado el momento en que la madrina llegó en compañía de una hermana en una moto con la niña envuelta en sábanas y con mucha ropa. De Sarita lo único que se vio fue cuando inconscientemente movió una de sus manos señalando que le dolía la cabeza. Los médicos la remitieron al Hospital Federico Lleras Acosta donde murió horas después por un trauma encefálico provocado por un zarandeo.

Investigan. Aunque la pareja es señalada como la responsable del aberrante crimen de Sarita, continúan las investigaciones pues en las muestras biológicas un menor de edad estaría inovolucrado en el abuso sexual de Sara. Guerra Urueña y Torres Rojas no aceptaron los cargos endilgados por la Fiscalía.

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