Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga
El sexo improvisado está bien, aunque se nos presenta hoy día como una propuesta de liberación, en esa idea de ser uno mismo y hacer en el sexo lo que nos apetezca suelen acaecer ciertas sospechas.
El ideal de que siempre debemos ser espontáneos en el sexo puede distanciarnos de nosotros mismos, poniendo a raya nuestra voluntad de trabajar y alimentar nuestros deseos y expresarlos en una intención determinada.
¿¡Cuándo somos espontáneos!?
Uno siempre es uno. Ser uno mismo no es algo esencialista sino algo dinámico (continuo). Lo que sucede es que frente a las posibilidades que nos ofrece el medio nos estamos constantemente debatiendo sobre como poder ser uno mismo de otras maneras y no con los recursos que tenemos. Asuntos psíquicos, culturales, sociales, propagandísticos, etcétera, nos condicionan a estar insistentemente insatisfechos en busca de la autenticidad y la espontaneidad.
Siendo así, somos todo menos espontáneos ni auténticos. Ser espontáneo viene del latín spontaneus (sponte): voluntario, por sí solo, sin ser obligado. Somos espontáneos cuando podemos contar con nuestra voluntad para ver lo posible y qué cosas nos apetecerían desde el interior de nuestro marco erótico; qué podemos hacer, cuántas, dónde, de qué manera y no desde lo que se impone desde fuera. Actuar con espontaneidad no significa hacernos incapaces de pensar, tomar iniciativas y responsabilizarnos de nuestra sexualidad.
¡La satisfacción y la espontaneidad!
Así como hay gente a la que la espontaneidad le viene bien, también hay otros que prefieren planear asuntos en su vida. La satisfacción es reconocida como la propiedad de uno mismo. Si uno se reconoce espontáneo o planificador entonces se sentirá satisfecho. El ideal de espontaneidad crea una ilusión de perfección, o pasión suprema a donde se dirige el encuentro sexual que suele estar alejada de la realidad.
Creer que el sexo debe ser impensado, instintivo (natural) y que cualquier esfuerzo para mejorar resulta tonto o costoso puede resultar problemático. El sexo espontáneo, ardoroso y excitante es una noción que le funciona a algunos, pero, en tiempos del estrés, del rendimiento, y demás elementos economicistas poco espacio queda para el ejercicio de la sexualidad. Hay gente que se compromete tanto con sus causas que podrían quedarse esperando la llegada de la hora del sexo.
Dosis de espontaneidad y relaciones planificadas!
La espontaneidad deja de ser espontánea cuando se hace consciente. Quién es espontáneo poco piensa en serlo. Hay momentos en que sin pensar ser espontáneo uno es espontáneo, y eso se debe a la fantasía, el deseo, la excitación, el gusto, etcétera. Erich Fromm dice que ‘en la medida en que el sujeto se activa o es activo, la espontaneidad acompañará su mundo. Ya que no hay fuerza genuina en la imposición o en la posesión’. En toda intención erótica hay activación; se comienza a escribir un relato imaginario, una historia, a darle forma a ciertas fantasías alimentando el deseo; haciendo que haya anticipación, ganas de vincularse y crear un encuentro sexual. Así, sin querer queriendo, siempre hemos sido planificadores solo que nos producen la falsa idea de ser espontáneos.
Planear el sexo es buena herramienta sobre todo en las parejas contemporáneas y de larga data. No ha de tomarse como algo rígido, una marca en el calendario, ni una firmeza porque eso también tiene sus efectos. Que el deseo se haga receptivo, que nazca cuando los cuerpos comienzan a retozar surge de esa “planeación espontánea” de acercarse, abrazar, besar, recorrer los cuerpos. Total, en esa dinámica es donde se cuece la intimidad, la conexión, la comunicación; la seguridad para ser vulnerables con el otro.
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