Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga
La obsolescencia “acelerada” de las relaciones; la destrucción de las reales diferencias; la extinción de ciertos rituales que permitían un lugar para la espera; la multiplicación de las innovaciones; el tumulto y despilfarro de los sentidos, y la caricatura erótica de encuentros frenéticos que se usan de día y se tiran de noche, condenan a Eros a una vida efímera. El erotismo se está perdiendo y hay que recuperarlo.
Las relaciones que se crean hoy en día no se crean en función de una duración notable que permita estar en “relación con”: una condición necesaria para generar vínculos más sofisticados. A eso necesario de crear lazos con los demás se le llama: erotismo. Un término que a la gente le cuesta comprender por ser tan etéreo e ideal, pero tan necesario para darle vitalidad a la vida.
¡El erotismo quiere dejar huella!
El deseo, y su puesta en práctica, el erotismo, ya no están en juego. Lo que mueve en este tiempo a las personas es la obsesión difusa por una curiosidad generalizada influenciada por el imperativo eufórico de gozar, y de explotar todas las posibilidades de gratificarse. Lo erótico son aquellos mecanismos que nos permiten relacionarnos “distinguidamente”; pero las formas fugaces, breves, repetitivas de hoy no lo están permitiendo.
El erotismo pretende que un vínculo sea duradero, o al menos sostenido, que deje huella; esa es la diferencia fundamental con otros asuntos meramente de goce o placenteros. Cuando se normalizan las banalidades, mal estamos. Una banalidad es una minucia, algo insustancial, e intrascendente… Gilles Lipovestky dice que hay mucha seducción en nuestros (sexualizados) tiempos, pero el erotismo está en crisis. “Hoy no hay nada menos seguro que el deseo, tras la proliferación de sus figuras. […] La fase de la liberación sexual es también la de su indeterminación. Ya no hay carencia, ya no hay prohibición, ya no hay límite […]”.
¡Pérdida de la diferenciación!
«El culto de la diferencia se funda en la pérdida de la diferenciación» (Baudrillard). Es decir, que entre tantos tips y estrategias para ser diferentes, terminamos siendo todos iguales. Las diferencias reales que marcaban a las personas hacían de ellas seres contradictorios, ambiguos: seres eróticos. Ahora, todos parecen seres homogéneos, modelos artificialmente multiplicados que obedecen al mercado, donde se deshace todo lo que como seres peculiares nos posibilita desarrollar nuestra erótica. Parafraseando a Valérie Tasso, la veneración por consumir, seguir publicidades, o realizar lo que todos los demás para alcanzar éxitos amatorios, hace que el ser sexuado sea lo que no es; porque lo que busca un humano a través de los vínculos, es sentido. Cuando lo que intenta es sumar contactos, satisfacer pulsiones y no deseos, ese humano se frustra al no poder desplegarse, crecer y enriquecerse, pues encuentra dificultades para acercarse al otro… «Un ser sexuado es aquel que desde su verdadera diferenciación, se erotiza y erotiza al otro».
¡El erotismo no es funcional!
El erotismo no es un aspecto funcional. No es una empresa, no puede tener ese límite a una utilidad y resultados prácticos. El erotismo es algo de humanos, su condición es dar sentido a la vida.
El erotismo está en crisis porque no tiene espacios donde esperar algo, porque no hay juego, no hay ambigüedad, no hay alteridad. El capitalismo de la seducción que se hace para vender va diluyendo al ser sexuado en un proceso de rentabilidad o ganancia, logrando que el erotismo, que se instala en nosotros, en nuestros cuerpos y nuestras sensaciones, que enmienda las amenazas de la existencia vulgar, vaya perdiendo su fuerza.
DATO
El erotismo está en crisis porque no tiene espacios donde esperar algo, porque no hay juego, no hay ambigüedad, no hay alteridad.
TOME NOTA
Lo erótico son aquellos mecanismos que nos permiten relacionarnos “distinguidamente”; pero las formas fugaces, breves, repetitivas de hoy no lo están permitiendo.
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