IBAGUÉ. En medio de lágrimas y dolor fue despedido a la eternidad José Silverio Páez Benavides, asesinado la noche de Halloween en el barrio Ricaurte por su ex suegro Francisco José Castaño Restrepo.
Historia. Sobre las 3:00 p.m. de ayer a las afueras de la iglesia Inmaculado Corazón de María del barrio Ricaurte allegados de Páez Benavides esperaban su ataúd.
El féretro llegó acompañado de pitos y sirenas desde la funeraria Montesanto hasta el barrio que vio crecer a Páez Benavides, hijo de don Silverio Páez, un comerciante reconocido en la zona.
En la casa de Dios se aglomeraron cientos de personas, incluyendo a los padres del difunto a quienes en sus rostros se les notaba la tristeza infinita que dejó la partida de su hijo.
Durante la eucaristía el sacerdote lamentó el homicidio e hizo un llamado de atención a sus feligreses por el respeto a la vida: “Nuestra solidaridad en estos momentos de dolor y la partida inesperada de este hijo. Como sacerdotes a la luz de la palabra de Dios debemos ser radicales en la afirmación de entender la vida por eso deploramos la partida de Silverio Páez Benavides. Es doloroso sentir que en nuestra comunidad se vivan hechos lamentables como pisotear la vida cuando personas de fe debemos defenderla”, refirió, el padre Jorge Alberto Arévalo Alzate.
Pero el cura también pidió por Francisco José Castaño Restrepo, para que Dios tenga miseriocordia por él por quitarle la humanidad al papá de su nieta.
Uno de los momentos más emotivos de la misa fue cuando el coro cantó ‘Tu eres mi amigo del alma’, pues los parientes de Páez Benavides entonaron con sentimiento y llanto la canción y sobre todo la estrofa: “Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos. Y tú no cambiaste por fuertes que fueran los vientos. Es tu corazón una casa de puertas abiertas. Tú eres realmente el más cierto en horas inciertas”.
Al finalizar un familiar agradeció por el acompañamiento en ese momento de desconsuelo. El ataúd que tenía encima un bongó fue trasladado al cementerio San Bonifacio donde reposará el cuerpo de José Silverio.