¡Disfruta del sexo en pareja sin estorbo!

Foto: Suministrada / Q’Hubo Ibagué.

Norma Bejarano – @normasexologia020

La sexualidad en pareja conlleva motivos que pocas veces nos pensamos a solas, pues en el despliegue de nuestras eróticas, a solas, no nos asoman sexistencialismos, no nos ocurren sucesos ansiosos, inquietud por confesarnos el “lado sexy”, afán por demostrarnos a nosotros/as  mismos/as  las habilidades amatorias, o la necesidad de ponernos una nota por habérnoslo hecho bien y otros etcéteras. 

Es en el contexto de pareja donde generalmente ocurren los asuntos complejos, ya que surge el pánico escénico, las implicaciones de exponernos, de ser perversirijillos, el temor a ser mal evaluados, o “perder el valor”. Pero también el reto de arrogarse los vericuetos eróticos de un otro, asumirlos, comprenderlos y emprender caminos que nos halagen a ambos. En ese querer complacer y que nos complazcan brotan muchos eventos que pueden resultar obstáculos, óbices, frenos y  batiburrillos complicados o  fastidiosos de la “sexistencia humana”.

¡Eros en la pareja! 

El filósofo Herbert Marcuse entiende muy bien el concepto de Eros, como el impulso creador, el instinto de vida, la expansión, el desarrollo, la gratificación. Lo adjetiva como un esfuerzo por formar con su sustancia viva expresiones cada vez más amplias y llevarlas a  evoluciones superiores. Eros, en la pareja que se consolida debe estar, porque la transforma o  la mueve en un lance cotidiano para que marche. Eros actúa en contra de esa suerte de ‘Tánatos’ o monotonía demoledora  que le llega a las parejas que ven el sexo como rutina, paisaje, obligación, pecado, prohibición, exceso, maña, un estresor, o un ansiógeno, y asunto plano o nimio del que ni se habla. 

A una pareja que convive sin eros le falta oxígeno. Por lo tanto, si estamos en una sociedad afectiva hay que prestar atención a la sexualidad, a cómo nos llevamos en ese aspecto, cómo nos comunicamos las preferencias, los gustos, las expectativas, los miedos. La cama, la habitación, u otro lugar deben ser entornos muy significativos para la pareja; ambientes erotizados donde surjan prácticas generosas sin estorbo, sin vergüenza, pudor crónico ni tapujos.

¡Eros es creativo, juguetón, audaz y a veces descarado!

En su irreverencia o impertinencia, eros nos hace descubrirnos como personas y como pareja. Ese eros deslenguado nos hace confesarnos las ganas, los deseos, las fantasías, las picardías, los antojos, las apreciaciones de la vida (erótica). Pero también manifestar lo que perturba, intimida o molesta. Disfrutar de la sexualidad de pareja sin estorbo ni represiones, implica hablar del placer y actuar sin horrorizar porque es un derecho fundamental. 

¡Eros nos saca de una sexualidad estancada antes de que esta se desborde por otros lados! 

Cuando sentimos que no hay chispa en la relación, la energía de eros nos invita a rebelarnos, activar la imaginación, a confrontar al otro, a expresar necesidades, antes que se filtren por otros lugares o todo se acabe. Una buena relación se basa en varios aspectos y uno de ellos es el erotismo disponible y compartido. Cuando la pareja lleva bastante tiempo es seguro que su ímpetu ya no dure 24 horas ni debe ser así, pero puede impedir la resignación erótica y mantener el fueguito bajo para cuando provoque encenderlo; y eso se logra con buena técnica, asertividad y articulación comunicativa. Donde el prejuicio, la crítica, los complejos, el miedo, la carencia, no impidan el desarrollo de una buena sexualidad de pareja.

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