Día sin carro, sin moto y sin ciclovía

Entre las 6:00 de la mañana y las 8:00 de la noche de ayer se llevó a cabo la jornada del segundo Día sin carro y sin moto del año, dando cumplimiento al Acuerdo 021 de 2010 y que al parecer a partir de 2022 se realizaría sólo una vez al año. La jornada busca contribuir a descontaminar el aire que respiran los ibaguereños, al no circular vehículos particulares ni motocicletas durante más de 12 horas.

Sin embargo, hubo descontento entre muchos ibaguereños, quienes esperaban que de manera conjunta se llevara a cabo una jornada de ciclovía, lo cual nunca sucedió. 

¿Ni carro ni bici?

Muchas personas se llevaron una gran sorpresa, cuando al salir en sus bicicletas hacia sus sitios de trabajo, estudio, o simplemente a hacer deporte, aprovechando la ausencia de gran cantidad de vehículos, encontraron que la carrera Quinta no estaba dispuesta para los ‘caballitos de acero’ como se había anunciado.

Algunos ciclistas calificaron como un acto desesperado la restricción de vehículos particulares, puesto que aseguraron que las busetas y vehículos de carga que circularon con normalidad son tanto o más contaminantes que los particulares. Asimismo, expresaron que no se estimuló el uso de la bicicleta y que en consecuencia, no habría un impacto positivo con esta jornada. Finalmente, ciclistas aseguraron que se les puso en riesgo, al circular a la par con taxis y busetas. 

“Salimos a las 6:30. Vivimos en la 36, y fuimos hasta la calle 20, y no vimos nada de ciclovía. Está mal coordinado. Se supone que en esta jornada uno debe moverse en medios alternativos. Anunciaron la ciclovía por medios, pero no hay seguridad. Los carros se lo llevan a uno por delante”, aseguró Lina María Mendoza, quien esperaba hacer uso de su bicicleta.

La jornada del Día sin carro y sin moto se cumplió sin mayores novedades, aunque se impusieron algunos comparendos e inmovilizaciones por no cumplir con el Soat o la revisión tecnomecánica. 

Q’Hubo hizo un recorrido por diferentes vías de la ciudad y comprobó que muchos vehículos de transporte público y de carga se ‘rajan’ en cuanto a emisión de gases contaminantes, pues son auténticas chimeneas rodantes. 

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