Denuncia paseo de la muerte

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IBAGUÉ. Fueron dos largos meses para Olga Lucía Molano, quien tuvo que estar en diferentes salas de urgencias de centros asistenciales de Ibagué, y por más que luchó con su pequeño, falleció por una aparente negligencia médica, según denunció la mujer.

Todo inició a principios de de septiembre de este año cuando el pequeño Johan Stiven Cabezas Molano tuvo una convulsión y quedó sin sentido.

La mujer llevó a su hijo a la Unidad de Urgencias del Hospital Federico LLeras Acosta: “Allá lo miraron dos médicos y dijeron que no era nada, me pidieron que lo llevara a consulta externa. Me confié de ellos”, manifestó Molano.

Desde ese tiempo, el niño tuvo fiebre. A los 15 días lo llevaron al Hospital San Francisco: “También me dijeron que no tenía nada y le formularon acetaminofén”, afirmó.

El niño no mejoraba y a los ocho días siguientes regresó al centro asistencial. Según Molano, el galeno que lo atendió dijo que podía ser una virosis y le formuló más medicamentos.

Los días pasaron y ni la mujer ni los médicos sabían qué tenía Johan Stiven.

Hubo un momento en que los galenos dijeron que el niño tenía dengue o infección urinaria.

“Le hice los tratamientos que le mandaron los médicos y él no mejoraba”, indicó Molano.

El estado anímico del pequeño empezó a cambiar: “Era muy activo, pero ya no sostenía el cuerpo”, refirió.

Cada médico le decía cosas diferentes a la señora, uno le manifestó que Johan Stiven tenía una intoxicación.

Cuando vieron que el niño estaba muy grave y sin saber qué tenía, lo internaron en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátrica.

Luego de exámenes, los profesionales dijeron que debían hacerle un drenaje del cerebro: “Sacaron varias bolsas con agua”.

El neurocirujano le dijo a Molano y a su compañero sentimental que su hijo podría quedar como un vegetal:

“Le pedía a Dios que me lo dejara vivo, que yo lo cuidaba”, añadió.

Sin embargo, las cosas se complicaron porque les dijeron que tenía ‘muerte cerebral’. El pasado 31 de octubre, una doctora les dijo que se despidieran porque en cualquier momento podía fallecer, y Johan Stiven partió al Cielo:

“Quiero que se haga justicia por lo ocurrido”, finalizó.

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