De Venezuela a pedir limosna

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IBAGUÉ. Nancy Bonilla es una caleña de 53 años de edad y su esposo, Hernando Córdoba Botello, un nortesantandereano de 60.
La pareja, que nunca había visitado la capital del Tolima, lleva nueve días viviendo de limosna. Iban para Cali pero un amigo sólo les regaló el tiquete hasta Ibagué. No tienen plata, tienen dos hijas en Venezuela (desesperadas por salir del vecino país) y sus familiares en el Valle del Cauca, “también están llevados”.

La historia. Nancy y Hernando se conocieron en Pereira hace 27 años. Trabajaban en el campo, él recolectaba café y ella en las labores de la cocina.
Cansados de lo mismo, en 1994, ya con dos hijas decidieron viajar a Venezuela. “Era la moda, los colombianos estaban viajando porque el Bolívar estaba fuerte y decidimos irnos”, le contó el hombre a Q’HUBO.
Por un tiempo les fue bien: “Llegamos a Rubio (dos horas más allá de Caracas) a una granja de pollos.Mi función era cuidar un galpón con 10 mil pollos y mi esposa, hacía de comer para los trabajadores. Entre los dos nos ganábamos un millón 800 mil bolívares”, agregó.
Como era buena plata, ahorraron y compraron una casa que les costó 25 mil bolívares, unos 25 millones de pesos de la época.
Después, vendieron el ‘rancho’ y viajaron a San Antonio, cerca a la frontera con Colombia, compraron otra casa y se dedicaron a vender helados en la ciudad.
“Conseguimos un carrito de helados y nos pusimos a vender. Era buen negocio ya que los venezolanos comen helado así haga calor o llueva”, dijo la mujer. Más adelante, don Hernando decidió ser maletero (ayudar a pasar mercancía de contrabando por el río Táchira hacia Colombia). En esta labor que desempeñaba de noche, hasta las 2:00 de la madrugada, se ganaba 15 mil pesos en cada jornada.

Deportados. En septiembre del 2015, el Ejército venezolano destruyó su casa y les tocó salir del vecino país sin nada. Ya en Cúcuta, el Gobierno en alianza con la empresa privada lo contrató cuatro meses para recolectar café pero el contrato se acabó y desde ese momento les ha tocado pedir limosna para sobrevivir.
“Mis hijas, Maira Alejandra Bonilla, de 23 años, y Yuleicy Bonilla, de 22 años, están desesperadas. En Venezuela no hay trabajo, no hay alimentos, no hay nada, pero nosotros no tenemos cómo ayudarlas”.

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