Conozca las zonas más erógenas

Norma Bejarano

Psicóloga-Sexóloga
@normabejarano020


Desde la antigüedad se han mitificado algunos órganos del cuerpo atribuyéndoles poderes para la fecundidad, la fortuna, la cosecha, etcétera, etcétera, etcétera. Razón para que en la actualidad se siga creyendo que al frotar ciertos órganos (incluyendo genitales y aledaños), confluirán fuerzas misteriosas para nuestra suerte amatoria.  La vida sexual de los sujetos ha sido llevada a través de formas de normativizar o hacer normativa la erótica o el deseo de estos. Tanto así que a zonas muy definidas del cuerpo le han sido fijados índices de respuesta funcionales. Al hacer de estas zonas “las privilegiadas”, la erogeneidad del cuerpo ha quedado marcada; así, si alguien no siente placer en determinada parte no es necesariamente porque dicho campo erógeno esté fallando, es que tal vez y seguramente no es su «zona erógena». A la falta de habilidades del amante se le atribuye el fracaso erótico si éste no supo manejar o mejor, tocar con éxito los aparatajes de nuestro cuerpo. Pero también suelen añadirse al esquema de congojas humanas ciertas disfunciones o dificultades cuando dichos terrenos destinados «científicamente» al placer no logran excitarse.



¡No hay zonas erógenas, hay zonas que erotizamos!


Existe ampliamente divulgada en medios la invitación a descubrir y a proceder con la estimulación de un listado de zonas erógenas delimitadas (en mujeres y hombres). Sin embargo, al leer toda esta información se observa la tendencia a hacer parcelas del cuerpo, pues sólo se endosa poder a unas áreas limitadas reforzando que la satisfacción se da únicamente llegando a dichos lugares.

«Dulce rodilla desnuda

apretada en mis rodillas,

dulce rodilla desnuda».


No hay «zonas erógenas», hay áreas corporales que erotizamos, o cargamos de deseo según nuestras sensaciones, emociones, afectos, gustos y apetencias únicas. Erotizar es llamar a Eros  o hacer que aparezca.  Eros es el inspirador de  la erotización, tanto de las áreas que nos enseña la literatura divulgativa, cómo de las que vamos descubriendo por los caminos que seguimos a través de las pistas de nuestros deseos.


Sin Eros, las partes del cuerpo no son erotizados o impregnados de deseo. Pues es con la lógica de Eros que nuestros cuerpos o todas las áreas del mismo se transforman o disponen. Para que ocurra esto no es necesario un arsenal de potingues y cachivaches, es con la mediación del deseo, de lo que se anhela entre sujetos y sus posibles encuentros donde los gestos o sensaciones gustosas se van generando o erotizando.  Eros, el deseo, nos permite hacer «erógenos» nuestros pliegues y recovecos corporales.


“Tips» para erotizar(nos).

Con los tips tendemos a hacernos generalistas. Entonces los listados de consejos y guías para hacer turgentes y lúbricas ciertas zonas no deben ser leídos desde lo que le gustaría a todo el mundo, no hay que homogeneizar recetas. Eros es quien teje el hilo de sensaciones. Por más cargada que esté una zona de terminaciones nerviosas, por más que la ciencia avale lo sensible que puede resultar, no la convierte en erógena si el sujeto no la ha construido así. De hecho hay sujetos que no toleran los toques o caricias en sus testículos, clítoris, pezones o cuello, pero tal vez en sus pulpejos o pestañas sí. Los eróticos son los sujetos pues es sobre, o entre ellos donde actúa y se ubica Eros. Y el mejor tip para erotizar somos nosotros;  somos quienes vamos delimitando nuestros propios mapas del deseo y del placer en cuerpo propio y ajeno.  Lo que hace que un cuerpo humano sea erotizado es el deseo de quien se relaciona con él.

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