Foto: suministrada Voy por Colombia / Q’Hubo
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS qhuboibague@gmail.com
En medio de los libros ha vivido gran parte de su vida Arsenio Naranjo Espinosa; tuvo caseta en el centro y su cercanía con la familia Ramírez lo llevó a trabajar durante años en La Feria Escolar hasta que se incendió y desde hace ocho años abre a diario su puesto en el parque Andrés López de Galarza.
Cuenta ‘Cheno’, como es conocido, que nació el 4 de diciembre de 1934 en Pastales, pero debido a la violencia, su madre tuvo que vender la finca y emigrar al casco urbano donde él, muy joven, empezó a trabajar como ayudante en mixtos, los jeep que suben al Cañón del Combeima.
Aprendió a manejar en un automotor de estos, pero se declinó por los camiones y así, durante 20 años, empezó a recorrer Colombia, llevaba lo que le mandaran, alimentos, herramientas, chatarra y cajas que ni sabían qué era.
Mientras sostiene una inmensa Biblia, la cual termina de encuadernar, cuenta que después de unas dos décadas de recorrer las carreteras, el cansancio y el trasnocho le pasaron factura en su salud y dejó de viajar.
En ese tiempo vivía por la calle 24, fue vecino de los Ramírez, una familia que inició la venta de libros en una caseta ubicada en la calle 13 con carrera Tercera y años más tarde fundó La Feria Escolar.
“Ellos (familia Ramírez), abrieron un almacén y supieron que ya no iba a conducir, así que empecé a trabajar con ellos, manejaba la camioneta y les traía papelería y libros de Bogotá, Medellín y Cali; alterno a eso, trabajaba por cuenta mía”, contó Arsenio Naranjo.
Tuvo una caseta de libros en la calle 14 con carrera Tercera, antes de que la también llamada avenida Bunde fuera peatonal, allí conoció a un señor que había trabajado en Editorial Norma y se asociaron para empastar libros.
“De él aprendí este oficio de encuadernar, pero empastábamos los libros en la casa, luego él se fue y quedé yo y seguí encuadernando”, añadió Naranjo Espinosa.
“Como también vendía en mostrador, les dije que sabía encuadernar y me pusieron a empastar, a vender y en ese tiempo salían los libros tres columnas y los de actas y vendían esos”, agregó.
Momento triste
Uno de los momentos que lo llenaron de tristeza fue el 29 de marzo de 2008 cuando sobre las 4 de la madrugada una vecina que vendía arepas le contó que había escuchado por radio que La Feria Escolar se había incendiado; a esa hora y mientras se alistaba, no pensó lo que más tarde vería.
En esa época ya tenía su casa en Protecho-Salado, así que tomó el transporte como siempre lo hacía y cuando iba a subir por la ya peatonalizada carrera Tercera, vio los camiones de bomberos, las cintas y sintió el olor a quemado.
“Fue muy fuerte, muy duro porque me dio mucha tristeza, pues el lugar donde trabajé tanto tiempo y ayude, estaba quemado, todo revolcado, eso estaba feo, el incendio derritió todo, no había donde entrar, se sentía uno muy mal, la guillotina donde trabajé estaba destruida”, rememoró.
Como también tenía su caseta dos cuadras más abajo del lugar de la tragedia, continuó en ella hasta que volvió a abrir sus puertas la recordada papelería que años después fue trasladada y continuó con los Ramírez.
Una de sus hermanas tenía la caseta en el parque Andrés López de Galarza, pero tras su muerte, uno de los hijos la heredó, no obstante, este abandonó todo y desde hace unos ocho años ‘Cheno’ se hizo cargo del puesto.
“Acá me hago los pasajes y la comida, la venta ya no es buena porque la gente ya no lee, les gusta es la Internet, pero también acá a mucha gente le da miedo venir a comprar porque el parque está abandonado”, apostilló.
Dato
Arsenio Naranjo cuenta que tuvo siete hijos y hace unos 30 años quedó viudo.
Dato
Cada mes, los libreros de la calle 19 deben pagar un poco más de 80 mil pesos a la Gestora Urbana por su funcionamiento.
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