A sus 18 años, Brahian Javier Llano Otálvaro, tiene la ‘visión’ que muchos otros jóvenes a su edad desearían tener y no hablamos de su agudeza o capacidad visual, propiamente dicha.
Aunque desde sus primeros meses de vida una retinopatía le privó de la posibilidad de ver el mundo de manera convencional, el amor de su familia y ese inagotable deseo de superación le han permitido avanzar con claridad en el cumplimiento de sus objetivos.
Por descendencia y arraigo familiar, Brahian y su hermano gemelo debían haber nacido en Fresno, al norte del Tolima, sin embargo, complicaciones en la última etapa del embarazo obligaron a que doña Nancy Otálvaro, su madre, fuera remitida a la capital del país.
Al final, ambos niños nacieron de manera prematura. Con apenas siete meses las implicaciones y riesgos para su estado de salud eran porcentualmente altas. En una primera revisión los médicos hablaron de la necesidad de que los menores fueran sometidos a procedimientos quirúrgicos. El hermano fue intervenido 30 días después, pero en un diagnóstico equivocado los galenos determinaron que en el caso de Bryan no iba a ser necesario.
Fue solo con el paso de los días, un poco más de 90 para ser exactos, cuando una de las abuelas advirtió que algo no iba bien con la vista del pequeño Brahian y de nuevo debieron ir en busca de ayuda profesional.
Los médicos intentaron corregir la condición clínica del gemelo sosteniendo sus retinas con silicona, pero el procedimiento no dio resultado. De ahí en adelante, la vida para la familia Llano Otálvaro dio un giro de 180 grados.
Abriéndose camino
A los dos años y con la convicción de darle a su hijo la vida de cualquier niño de su edad, doña Nancy buscó opciones para que Brahian pudiese ir al jardín.
Dos años más tarde tuvieron que salir de Fresno y radicarse en Ibagué para asegurar la continuidad de los estudios de los hermanos.
Para entonces la señora Otálvaro ya había logrado los contactos necesarios que la condujeron a la Escuela Normal Superior donde contaban con la experiencia, el conocimiento y la tecnología para darle a Brahian el acompañamiento necesario.
Cuenta doña Nancy que en el proceso, muchas cosas no fueron fáciles. Además de tener que aprender incluso lenguaje braille para apoyar a su hijo con el desarrollo de las tareas, muchas veces tuvo que lidiar con el trato excluyente de algunos docentes que no comprendían la complejidad y el reto mismo que significaba tener un alumno invidente en su aula.
“Hay profesores muy comprometidos con lo de la inclusión como hay otros que no les importa nada”
“Ha sido duro. Si un profesor le hizo el feo, uno amarrarse el corazón y decirle a él no pasa nada, no ponga cuidado y hágale que usted es berraco y usted puede, porque hay muchas cosas por las que él a veces dice que quisiera tener su visión y hay que tener la fuerza porque para uno como mamá es muy duro. Uno quisiera que sus hijos nazcan bien, pero le doy gracias a dios por mis niños porque son muy especiales e inteligentes”, recalca doña Nancy, quien se dedica a las labores de confección en un pequeño taller en el garaje de su casa en el barrio Gaitán.
Una realidad que con sentido anecdótico también comparte el protagonista de esta historia, al recordar que en esos días de colegio “Como no veía, cuando hacían grupos siempre quedaba apartado y me tocaba hacer todo solo prácticamente”
El despertar de una pasión
Conforme Brahian fue creciendo en esa permanente lucha por la superación, también empezó a crecer su interés y curiosidad por la tecnología.
Recuerda cómo escuchar la voz de una computadora y el teclado de los equipos se convirtió en una sinfonía seductora para sus oídos.
Pero también emergieron las dudas naturales ¿sería capaz un día de poder tener el control y dominio de esas máquinas?
“Desde muy pequeño me empezaron a gustar los sistemas, ‘veía’ un computador hablar y me generaba mucha curiosidad, pensaba que nunca iba a poder manejar un computador. Me empecé a interesar por esa tecnología, pero hasta entonces no había pensado en la ingeniería. Fue ya por los dos últimos años del bachillerato que alguien me lo sugirió, me llamó la atención, un amigo de mi papá me mostró un poco de lo que hacía y pues tomé la decisión”, anota Brahian Javier Llano.
Una destreza que reconocen profesores, compañeros y que muy temprano también identificó su progenitora.
“Al comienzo, el teléfono lo manejaba al derecho y al revés, mejor que uno. Después el computador y desde octavo grado empezó a trabajar con su propio equipo. Ya luego dijo que quería estudiar algo relacionado con los sistemas y uno siempre pensaba que cambiaría de opinión. Cuando se llegó la hora, fuimos a la entrevista y nos dijeron que toda la carrera tenía que ver con matemáticas, pensé iba a decir que no, pero resultó que sí que quería seguir. Fue un reto para él y es lo que le gusta”, subraya doña Nancy.
“Los profesores son muy comprometidos, están pendientes de él, lo llaman, le preguntan. No lo tienen por tenerlo, por llenar un vacío, porque así hacen en muchas partes que manejan la inclusión y piensan que manejar la inclusión es tenerlos sentados sin hacer nada, en cambio él llega contento, animado estudiando”
Nancy Otálvaro, mamá de Brahian.
El camino de la ingeniería
Tres semestres después de aventurarse por este camino, este ingeniero de sistemas en formación no se arrepiente de la decisión tomada. Más allá de que reconozca ha tenido días difíciles, está absolutamente convencido de que esto era lo que quería para su vida.
“Cuando me decidí por la ingeniería de sistemas recibí el apoyo de toda la familia. Aunque mi madrina quería que estudiara derecho. Pero yo le dije que era la salida más fácil y que no me gusta el derecho.
“Es complejo, no lo niego y la programación me vuelve loco, porque los editores no son compatibles y a veces se me pasa por la cabeza el hecho de que no voy a poderlo hacer, pero sigo buscando la forma de inventar para lograrlo, para encontrar la solución. Me he estresado mucho, pero trato de buscar esa forma de conseguirlo”, sostiene Bryan, quien además es un apasionado por los caballos y las motocicletas.
En UNIMINUTO, donde Brahian avanza con su formación profesional, la ingeniera Doris Andrea Montenegro, es quien más cerca ha estado de su realidad.
Una experiencia que califica como altamente gratificante, pero que también está acompañada de inmensa responsabilidad.
“Ha sido un proceso complejo por la formación de los docentes para sumir estos retos, pero nos hemos apoyado mucho desde la experiencia de otras instituciones. La universidad acudió a profesores que lo acompañaron de manera previa y estuvieron muy dispuestos a formarnos. Aprendimos muchas cosas, un trabajo de formación muy amplio de enseñanza y aprendizaje”, agrega la también coordinadora del programa de Ingeniería de Sistemas en la Rectoría Centro Sur al advertir que, en la ruta de inclusión también ha sido necesario orientar a los compañeros de clase.
En el aseguramiento del acceso a la información la institución ha venido gestionando la entrega de guías en braille que le faciliten a Brahian, especialmente, el conocimiento de las matemáticas, un propósito que ha dado resultados.
“Ahí va con sus matemáticas. Hoy dice lo que no me gustaba era la forma en que me enseñaban, ahora en la universidad ha aprendido todo lo que debía aprender en el colegio y comprendió todos los temas. Yo le digo, usted lo que necesitaba era maestros, alguien que le enseñara como debía ser”, añade doña Nancy Otálvaro.
Enseñar y aprender
Enseñar y compartir en el aula con una persona invidente es una experiencia particular que da para maravillarse de sus capacidades diferentes y de la que se deprenden anécdotas de las que el propio Brahian tiene sus apuntes.
“Recuerdo que un día iniciando el semestre la profe dijo que iba a rotar una hoja. A mi se me pasó por la cabeza, apuesto que me la va pasar a mí. Yo sabía que me podía estar pasando la hoja, pero me quedé quieto y todos soltaron la carcajada. Me dio algo de pena con la profe porque cuando se percató ella se sintió mal”, anota Brahian quien ha aprendido a llevar su condición con gran sentido del humor.
“Yo crecí molestando tanto con eso que me da igual. Muchas veces recocho así… que no alcanzo a ver tal cosa u otra, pero es más por entretenernos. Un juego de toda la vida”, agrega.
Jhon Anderson Lozada Botero, quien se ha convertido en su guía y compañero en la universidad y quien todos los días lo recoge en su moto para ir a clase, también reconoce las habilidades especiales de Brahian.
Su agudeza auditiva y sensorial resultan excepcionales.
“Él es bastante capaz y me sorprende que es más consciente del entorno que muchas personas que tienen la capacidad de ver. Un día, por ejemplo, estaba prendiendo la moto y aunque había muchas persona y sonidos, él fue capaz de identificar a una profesora a la distancia. Cuando él lo dijo yo miré y no la vi, pero luego me percaté que estaba debajo de un árbol. Fue sorprendente”, refiere el estudiante.
Sin límites
Los sueños de Brahian van mucho más allá de obtener su título universitario. En la medida en que conoce más de programación y de sistemas, ha aprendido a identificar con agudeza oportunidades de mejora en los lectores de pantalla que en ocasiones limitan el aprendizaje de las personas con discapacidad visual, especialmente cuando se enfrentan a material gráfico.
“Tengo muchos planes, me visualizo de muchas formas. Cinco años más adelante en una oficina propia, pero a lo que más aspiro es trabajar con la empresa del lector de pantalla para ayudar a solucionar los errores que he identificado desde la aplicabilidad misma”, enfatiza el futuro Ingeniero Llano, quien subraya lo que definitivamente nunca se le ha pasado por la cabeza es la idea de no continuar o no lograr lo que se ha propuesto desde el principio.
Y en el cumplimiento de ese sueño, está el compromiso de su alma mater, donde sus formadores destacan ganas y pasión por aprender como motor para continuar rodeándolo de condiciones.
“Lo que nos ayuda es su capacidad, su motivación. Los sistemas son algo que a él le encanta, que le gusta desde chico. Si en nuestras manos está, pues fortalezcamos las competencias que puedan llevarnos a presentar a nuestro ingeniero Brayan y cumplir con sus sueños de construir una app para ayudar a otros que tengan su misma condición médica”, indica la coordinadora del programa de Ingeniería de Sistemas de UNIMINUTO, rectoría Centro Sur, Doris Andrea Montenegro.
Un anhelo que en su corazón abnegado de madre, doña Nancy Otálvaro sentencia en una frase contundente: “verlo graduado, que realice su sueño”
Y es que como el propia Brahian asegura, aunque el camino sea duro y aunque, muchas veces el fantasma del «no voy a poder» emerja con poder distractor, él tiene muy presente una consigna: “nadie nos puedo limitar. El único que puede poner los limites es uno mismo y si uno le pone dedicación y esfuerzo suficiente a lo que emprenda, estoy seguro no hay barrera que pueda evitar lograr lo que desea lograr y realizar”
El día a día de Brahian
Brahian Javier es un joven espontáneo, autónomo en muchas cosas y en ocasiones extrovertido.
Cuenta su mamá que es el primero en levantarse siempre que tiene compromisos por atender, alista su ropa y baja solo del segundo piso de su casa a la puerta, eso sí lo hace con el tiempo suficiente como él afirma para que todo le salga preciso.
“Me levanto una hora y media antes de entrar a la U. En media hora estoy organizado desayuno y ya lo otro es esperar al compañero que pasa por mi”, refiere.
En medio de su condición física siempre se ha ubicado muy bien, aprende rápido, memoriza, le gusta hablar y si no entiende algo pregunta sin pena.
En sus viajes a Fresno entrena otras destrezas como ensillar caballos y montar con gran habilidad. Y allí mismo, en la finca de su familia, con la complicidad de su hermano que se ha convertido en su complemento perfecto, hasta ha osado conducir motocicleta.