JULIÁN TORRES
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En 1999 las hermanas Wachowski fueron pioneras en plantear el tema de realidades alternas con Matrix. Dos décadas después el tópico de los multiversos ha sido sobreexplotado por el cine de superhéroes con resultados discutibles. Sin embargo, un fenómeno del cine ‘indie’ acaba de lograr que el asunto recobre valor, volándoles los sesos a los espectadores, siendo un hit en taquilla y acumulando premios a diestra y siniestra, entre ellos varias nominaciones a los Oscar. Se trata de ‘Todo en todas partes al mismo tiempo’, de los directores Daniel Kwan y Daniel Scheinert.
A un click de cambiar la realidad
Una de las grandes obsesiones del cine de ciencia ficción ha sido el viaje a través del tiempo o del espacio. Protagonistas que a menudo son ‘antihéroes’ encuentran su redención en viajes que ofrecen la posibilidad de cambiar algo en sus realidades cotidianas, con las que por lo general no están conformes.
Los Danieles, como se hacen llamar los directores de ‘Todo en todas partes al mismo tiempo’, ofrecen una versión más mundana (aunque suene contradictorio) de viajes a otras realidades. Para ello se unieron a A24, la productora neoyorquina más exitosa de cine independiente, responsable de títulos como la ganadora del Oscar ‘Moonlight’, así como Ex Máquina, La Langosta, La Bruja, Lady Bird, El Faro, entre otras. ¡Un repertorio de lujo!
La cinta es un poco difícil de clasificar. No es simplemente una producción más de acción, es a la vez un thriller, una historia romántica, de temática Lgbti, de artes marciales, drama familiar y hasta un tributo a filmes que el espectador reconocerá al instante.
A partir del planteamiento de qué tan conforme está un personaje con su vida e imaginar cómo podrían ser otras realidades, en las que todo es distinto, parte de lo contenido en la famosa teoría de cuerdas que ya ha sido explorada por series como Dark o el anime Steins Gate, los Danieles nos llevan a saltar con los personajes a otros universos a través de un ritmo frenético, marcado por un montaje que se enloquece y fluye al ritmo de las escenas de acción y de la premura de los personajes por solucionar el embrollo en el que están involucrados.
Mención aparte a la versatilidad del elenco para interpretar cada uno a varios personajes de diferentes caracteres y personalidades; y a la complejidad del guión escrito por los mismos directores, a la hora de hilar tantas subtramas, aunque no nos den mucho respiro para asimilar todo lo que estamos viendo.
Los Danieles arriesgan mucho y en ese experimento salen ganadores. Al final, su película nos deja un buen sabor de boca y una reflexión sobre la aceptación de la vida que llevamos y las aspiraciones que se han dejado de lado, o que simplemente han de quedar en fantasías.
¿De qué trata?
Evelyn Quan y Waymond Wang, dos esposos, inmigrantes chinos en Estados Unidos, propietarios de una lavandería y cuyo matrimonio está en crisis, deben asistir a una auditoría en el Servicio de Impuestos Internos. Gong Gong, el padre de Evelyn llega de visita, y ella intenta ocultarle al anciano que su hija Joy recibió la visita de su novia, Becky, a quien ella no acepta.
Durante la auditoría conflictiva con la inspectora Beaubeirdre, una versión del ‘alfaverso’ de Waymond, toma control de su cuerpo en este universo y le entrega a Evelyn unas raras indicaciones que hacen parte de una tecnología de salto de universos, que fue creada por otra versión de ella (Alfa Evelyn). El multiverso está amenazado por Jobu, la versión alfaverso de Joy, quien ahora puede saltar de realidad en realidad y manipular la materia a voluntad.
Evelyn recibe una tecnología de salto y deberá luchar en diferentes universos contra Jobu y sus secuaces, al tiempo que irá descubriendo las decisiones que tomó en cada uno de ellos, siendo desde maestra de kung fu hasta estrella de cine.
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