Al margen de los afectos

Norma Bejarano.

Psicóloga-Sexóloga
@normabejarano020

Como muchos actos, los encuentros de los sujetos sexuados también se ven acaparados por los infinitos poderes del consumo. Uno de esos poderes es el del ‘locus genitalis’ que sigue estando presente disfrazado de placeres concretos: los placeres genitales. En palabras de Bruno Martínez: si seguimos pensando que la erotización son estas cosas que nos producen placer, lo único que logramos es que el otro pierda su lugar de sujeto deseado y deseante, y se convierta en un objeto, o en un procurador de placeres. Parafraseando a Bauman, lo que se puede consumir atrae. Después de consumir, o una vez la tarea se ha realizado llega el momento de deshacerse de esto o aquello; peliaguda descripción que confirma que en nuestros tiempos los placeres genitales son el centro de un encuentro donde se cree que por ser solo una «práctica» no se ha generado cierta intimidad y complicidad.  «No pasa nada, sólo estamos por sexo», es una frase popular que banaliza el sexo y además las interacciones sexuales.


¡Sobre afectos y sus efectos!

Decir «es sólo sexo», por lo tanto, sentirse al margen de los afectos como si de una refriega de máquinas se tratara o de un ‘simplón’ intercambio de fluidos, es ser frívolo. Todo encuentro nos genera afectos, nos afecta con sus posteriores efectos o consecuencias. Afectos no solamente significa romantizar las relaciones hacia amoríos más sofisticados (que puede ser) ni a anhelos más potentes. Por afectos se entiende que ninguna práctica es aséptica, uno no sale ileso de un encuentro amatorio sea como sea. De cada práctica surgen un montón de posibilidades que no hace que se perciban como totalmente «limpias», sin huella. Salimos, aunque no se quiera, afectadas y afectados. Los afectos también son los gestos de indiferencia, insatisfacción, malestar, tristeza, sinsabor, o desencuentro;  eso quiere decir que nos afectamos tanto para bien como para mal. Por eso afirmar «es solo sexo» es un tanto soberbio, pues no somos perfectos y sí, ‘menesterosos’. Los sujetos no se encuentran solo por placer; el placer es una consecuencia del encuentro, lo que buscamos es compartir y sabernos vulnerables.

«¡Ojito con invocar a Eros!»

Catherine Jarvie escribe: «Las miradas se encuentran a través de una habitación atestada; se enciende la chispa de la atracción. Conversan, bailan, se ríen, comparten un trago o una broma y, antes de darse cuenta, uno de los dos dice: ‘¿tú casa o la mía?’. Ninguno de los dos está en busca de una relación seria, pero de alguna manera una noche puede convertirse en una semana, después un mes, en un año o más tiempo».


Pese a  las ideas, creencias o credos de los sujetos Eros es ineludible, no nos  podemos hacer los locos, pues él en su poderosa fuerza se hace inevitable. Los sujetos que comienzan por  «sólo sexo»; entre el tire y afloje; los meros placeres sin son, ton ni gracia, o las «puras» excitaciones y lubricidades; esos sujetos que comienzan jugando con los placeres, pueden acabar con Eros de por medio. Comienza a haber un vínculo a partir de ese placer.  Nos dice Bruno «cuando dos sujetos se van rozando entre sí, se van llevando como velcros cachitos (pedacitos) el uno del otro». Nos llevamos cosas del otro. «ojito con invocar a Eros, porque Eros acaba apareciendo. Ojito con jugar con los altares de Eros» y que entre sujetos se acaben importando, deseando y preocupándose por el bienestar mutuo y el deseo de verse una semana, un mes y luego por años.

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