REDACCIÓN Q’HUBO – qhuboibague@gmail.com
El 9 de abril de 1948 se registró un levantamiento popular en la Capital de la República y varias ciudades del país a raíz del asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido afuera del edificio Agustin Nieto, ubicado en la carrera Séptima de Bogotá. Aquel viernes, las emisoras de Ibagué informaron sobre el suceso hacia la 1 de la tarde, por lo que cientos de ciudadanos salieron a las calles de la capital tolimense a generar disturbios y cometer saqueos como respuesta al magnicidio del caudillo liberal.
Comienzo de la violencia
Una crónica escrita por el periodista Alejandro Vélez Alzate, conocido en aquella época como el Conde D’arthaluz y quien se desempeñaba como corresponsal del diario El Tiempo en Ibagué, da cuenta de los hechos ocurridos el 9 de abril de 1948, luego de que la ciudadanía se enterara del magnicidio de Gaitán a manos de Juan Roa Sierra, a la salida del lugar donde tenía su oficina de abogados en Bogotá.
Era la 1:05 de la tarde del viernes 9 de abril de 1948 cuando las emisoras de Ibagué comenzaron a informar sobre el hecho. De inmediato, cientos de liberales salieron a protestar para exigir justicia contra los responsables del crimen. Según el relato del corresponsal D’arthaluz, aquella tarde “el liberalismo ibaguereño se lanzó a las calles preso de ira, convulsionado, enardecido y agobiado por el intenso dolor, a exteriorizar su pena y a lanzar a los vientos su airada protesta y su grito de indignación incontenible. Vimos a gentes de todas las clases y de ambos sexos. De todas las edades y de todos los linajes”.
Y agrega que: “En los rostros despavoridos por la pena se dibujaba el signo de la ira. Pendones rojos y banderas de la patria entrelazados en cintas negras tremolaban a los vientos, conducidos por manos obreras y campesinas, por mujeres e infantes, por jefes y soldados civiles del liberalismo, pidiendo el esclarecimiento del crimen y prisión para los autores intelectuales de el.”
Por otro lado, los miembros del partido Conservador tuvieron que huir y esconderse para evitar que la turba los atacara. Según el relato del corresponsal del Tiempo:
“Movidos por un natural instinto de conservación buscaron refugio en sus hogares y en residencias de amigos liberales, quienes en gesto de cívica gallardía libraron a centenares de adversarios políticos de ser ultimados por la vindicta popular. Mientras esto ocurría, las directivas liberales se reunían y organizaban los planes revolucionarios de ataque y de defensa llamando voluntarios, integrando batallones de reservistas y tomándose sitios estratégicos”.
Hubo incendios, saqueos y disturbios
Cuenta el corresponsal, que sobre las 2 de la tarde, el gobernador del Tolima, Gonzalo París Lozano, llegó al palacio de gobierno y una multitud le pidió que no entregara el mando, a lo cual contestó afirmativamente, “dando con esto pruebas de su irreductible liberalismo”. Al mismo sitio acudieron el alcalde de Ibagué, Alfonso Velez Botero, el comandante del batallón, el jefe de la policía y varios dirigentes del liberalismo para analizar la situación y tomar las primeras decisiones.
Según D’arthaluz: “La actitud del ejército y de la policía en esos momentos infundió ánimo y fervor al pueblo y decisión de lucha en las masas populares”. A esa hora, en el parque Andrés López de Galarza ya se había congregado otra multitud de “hombres armados de machetes, peinillas, cuchillos, garrotes, y toda clase de instrumentos contundentes, quienes enceguecidos por la ira, vencidos por el instinto de venganza, inconscientes por la punzada del dolor, iniciaron en forma irresponsable el saqueo, el pillaje y el incendio de los establecimientos y almacenes de propiedad de elementos conservadores, en forma inhumana y reprobable que ha merecido la justa protesta de la gente de bien. Ante estos hechos bochornosos oímos a liberales que exclamaban: ‘Esto no puede ser obra de hombres que se dicen pertenecer al liberalismo colombiano’”.
Después de ese momento todo fue caos en lo que hoy se conoce como el Centro de Ibagué. El primer balance de los disturbios y saqueos daba cuenta de 10 panaderías afectadas; al igual que los cafés Volga, Colombia, Amazonas y Nilo; prenderías, un almacén de artículos de lujo; un almacén de rancho y licores; el almacén de calzado La Corona, una tienda de un ciudadano chino, un gabinete dental, algunas imprentas, parte de algunas papelerías, la gerencia del periodico “El Derecho”, de propiedad de Floro Saavedra; despachos de abogados y varias residencias de políticos conservadores que alcanzaron a buscar refugio en casas vecinas.
Enfrentamiento y fuga de presos
Acto seguido, incendiaron la penitenciaría (hoy el panóptico) y uno de los pabellones de la plaza de mercado y como respuesta, según el relato del corresponsal del Tiempo: “el coronel Eugenio Varón Pérez, director del penal, en acto irreflexivo e imprudente ordenó a los guardianes a su mando hacer fuego sobre el personal de la policía, cuyo cuartel queda precisamente frente al panóptico y a pocos pasos de distancia, iniciándose un fuerte tiroteo, en el cual tomaron parte numerosos particulares armados con revólveres y fusiles”.
Varios integrantes del batallón reforzaron la defensa de los policías y tras dos horas de lucha, los guardianes se rindieron y las puertas del panóptico se abrieron, generando, según D’arthaluz: “La fuga de la totalidad de los presos que en precipitada carrera y a los gritos de “viva la libertad”, se extendieron rápidamente por todos los ámbitos de la ciudad, sembrando terror y consternación pública. Caída la sombra de la noche, varios de estos desalmados se dieron a la tarea de cometer actos salvajes como violación a la fuerza de sencillas, indefensas e impúberes doncellas de la clase media”. Estos hechos sucedieron hasta el jueves de la semana siguiente cuando la Policía y el eEército lograron detener a la mayoría de delincuentes fugados del penal, sin embargo, otros siguieron delinquiendo en los municipios vecinos.
Según el Diario El Tiempo: “del combate entre revolucionarios y guardianes de la cárcel, resultaron dos muertos: el coronel Varón Pérez, quien quedó macabramente desfigurado y a quien fue difícil reconocer, pues el rostro le quedó completamente aplastado. Se dice que fue muerto por un preso a bala y cuchillo. El obrero de la fábrica de licores, David Triana, excelente trabajador liberal, quien en actitud de intrepidez y coraje de héroes desafió el torrente de balas para penetrar al penal, en lo más álgido de la contienda, recibiendo un certero balazo que le atravesó el ojo izquierdo, quedando instantáneamente muerto”.
El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán aquella tarde de viernes, partió en dos la historia de Colombia y dio comienzo a lo que se conoce como la violencia partidista que dejó miles de muertos en todo el país. A raíz de estos hechos, desde 2012 y por medio de la ley 1448, cada 9 de abril se conmemora el ‘Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado’.