Los productores de fríjol de Cajamarca están como los paperos, las cuentas no les dan

Camilo se ha convertido en líder porque quiere cambiar las reglas del juego y que el oficio sea rentable para su familia y el gremio. 

Camilo Orjuela tiene 18 años de edad y de manera orgullosa se describe como un agricultor de pura cepa. Su padre ha dedicado 35 años de la vida a cultivar frijol en diferentes municipios del Tolima y heredó el amor por la tierra a su descendencia.  

No obstante, debido a las dificultades por las que atraviesa el campo colombiano, intentaron construir una vida en la ciudad. Por unos años vivieron en Melgar, pero encontraron un camino mucho más espinoso. 

El destino los llevó otra vez a la montaña y al cultivo de fríjol, uno de los alimentos preferidos en la mesa colombiana, pero cuya producción está en cuidados intensivos debido a la alta intermediación y a las importaciones aprobadas por el Gobierno nacional.

Hace tres años la familia se radicó en Cajamarca y retomaron su misión de labrar la tierra.  

Para Camilo, el campo es vida y tener la oportunidad de producir alimentos para cientos de personas es algo esperanzador. 

La más reciente cosecha de la leguminosa la recogieron en octubre, sin embargo, en la finca La Irlanda todavía tienen guardados 60 bultos de fríjol seco. 

“Duramos seis meses cultivando el grano. Invertimos en la tierra, en insumos y en trabajadores, pero cuando vamos a vender la carga, los intermediarios nos ofrecen un valor muy bajo. En estos momentos hay sobreoferta de fríjol en el País porque también llega importado de Canada y Argentina”, dijo el muchacho, quien a pesar de todo, quiere seguir siendo agricultor. 

Las cuentas no dan

Echando lápiz, vender en este momento los bultos a los intermediarios de Cajamarca no es rentable para él, pues para cultivar una hectárea de fríjol debe invertir unos 10 millones de pesos. Para tener éxito, debe vender la carga, 10 arrobas, a por lo menos 750 mil pesos cada una, pero en estos momentos le ofrecen 350 mil pesos por carga. Es decir, la mitad de lo que cuesta. Así es muy difícil y más cuando el grano importado ingresa al país a un menor precio que el nacional, pues en los países exportadores los agricultores reciben amplios subsidios gubernamentales. 

“La ventaja que nosotros tenemos, es que el fríjol puede estar guardado hasta dos meses y no se va a dañar. Diferente a lo que pasa con las frutas u hortalizas. Ojalá en los próximos días el precio suba y podamos vender lo que nos queda”, expresó.  

Marca local

Para Camilo, la solución sería eliminar la intermediación y llevarle el producto directamente al consumidor, pero esta no es una tarea fácil. Es una estrategia para la cual requieren apoyo de los entes gubernamentales y según él, no lo tienen. 

“Lo primero que deberíamos hacer es crear una marca propia, una marca campesina, para venderle el producto a las tiendas y supermercados de la región. Necesitamos una máquina empacadora que cuesta unos 27 millones de pesos y gestionar los registros y permisos. Se irían unos 50 millones de pesos, pero lastimosamente el campo está muy desprotegido”, cuestionó el joven. 

Para los próximos días los agricultores de fríjol de Cajamarca tienen planeado efectuar una marcha por las principales vías de Ibagué. La intención es llamar la atención de la Gobernación y del Gobierno Nacional. 

Pensaban salir a las calles el viernes y apoyar la protesta de los paperos, pero por logística, no les será posible. 

Cifra:

500 familias viven del cultivo de fríjol en Cajamarca. 

Protesta de los paperos

El viernes, varios campesinos y paperos de Boyacá y otras regiones del País llegarán a Bogotá a protestar porque la situación para ellos es tan complicada, que les ha tocado salir con bultos de papa a la carretera y venderlos a precios irrisorios que no cubren ni siquiera los costos de producción.

Por ejemplo, un bulto de papa cuesta 35 mil pesos, pero para tratar de recuperar algo de la cosecha, lo venden hasta en siete mil pesos en carretera.

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