Sin fiestas y en crisis los tolimenses que viven del folclor la ven negra

LAURA MARTÍNEZ. El Festival Folclórico Colombiano no solo representa para los tolimenses un espacio cultural y de esparcimiento, también ha significado un dinero extra para muchos emprendedores y amantes de las tradiciones de la región. Sin embargo, con la llegada del nuevo coronavirus se apagaron, además de las fiestas, las ilusiones de los bailarines, comerciantes de trajes típicos, músicos, entre otras agrupaciones que para esta época trabajaban sin descanso. Este año, la alegría se convirtió en tristeza e incertidumbre para ellos.

Con nostalgia

Con las lágrimas haciendo fila para salir, Armando Cantor le contó a Q’HUBO que de los 38 años que lleva vendiendo sombreros y ponchos por todo el país, nunca se había quedado con la mercancía en la mano y menos en junio, cuando se programan las festividades en su natal Ibagué. De los 200 sombreros que vendía en esta temporada, hoy en día no ha encontrado ningún cliente para su mercancía. “En este momento tengo 80 sombreros para la venta y más de tres docenas de ponchos. Nadie quiere comprar y es entendible, pero yo necesito recuperar al menos la inversión porque de esto es que vivimos mi esposa y yo. A esto me he dedicado casi toda la vida”, comentó el adulto mayor.
Don Armando dejó de recorrer en marzo los pueblos de Colombia donde había festividades y se confinó en su casa, ubicada en el Cañón del Combeima. Sin embargo, desde hace 20 días empezó a caminar el Centro de la Ciudad con la esperanza de ‘pescar’ un cliente, ya que no ha recibido ayuda del gobierno Local y como él dice: “El palo no da para cuchara. Recibí un mensaje al celular en el que me confirmaban un subsidio de 160 mil pesos, pero esta es la hora y no lo he recibido ni sé a quién preguntarle. Yo estoy acostumbrado a trabajar y a eso salgo a la calle porque no me puedo dejar morir de hambre”, concluyó.

Un desfile con otro son

Los cinco miembros del grupo Blanco, Negro y Son, acostumbraban a reunirse cada junio para participar con su música, del Festival Folclórico Colombiano. La temporada, les permitía hacer parte de los desfiles de San Juan y de San Pedro, tener alianzas con la Alcaldía de turno para otras presentaciones folclóricas, acompañamiento a las reinas, así como dar a conocer en tarima su talento con orquestas tropicales, papayeras, entre otras. El grupo completa por lo menos ocho años buscándose y encontrándose para exaltar la melodía del folclor colombiano, pero este año junio expiró para ellos en el calendario. “Es duro porque nosotros para estas fechas no descansábamos ya que manteníamos activos haciendo música. Por mí parte, la situación se hizo más dura cuando el colegio donde trabajaba cerró sus puertas debido a que los papás no podían pagar más la mensualidad, así que el Covid – 19 también me dejó sin ese trabajo que era mi entrada más segura. Ahora la situación está grave y por eso decidimos apostarle a otra estrategia y es la de llevar el folclor a las casas”, comentó David Felipe Sandoval, quien es licenciado en Música del Conservatorio del Tolima.
David Felipe y los demás integrantes del grupo decidieron recorrer los barrios de Ibagué entonando la música de las fiestas, para llevarle un poquito de alegría a las familias que están confinadas y, a su vez, buscar un respaldo que les ayude a mitigar la crisis económica. “Lo que siempre hemos hecho los músicos o al comienzo de nuestras carreras es sombrerear, así que desde que empezó junio estamos saliendo a las calles, llevando el folclor a las casas porque la gente también se quedó sin junio, se quedó sin fiestas. Como a las personas les ha gustado y la solidaridad se nota, planeamos salir el 24 de junio, día de San Juan, desde las 5 de la mañana para que la fecha no pase desapercibida y de alguna forma hacer sentir nuestro folclor y la fiesta tradicional”, sostuvo el músico.

Al folclor le cambió la pinta

Carlos Sánchez, propietario de Tejidos Yacares, también sintió que su negocio se desplomó a causa del coronavirus. Durante más de 20 años se dedicó a la fabricación de ponchos, ruanas e indumentaria característica de las fiestas, pero con la emergencia sanitaria los encargos hacia diferentes partes del país se paralizaron. Le tocó transformar su producción para sobrellevar la crisis económica. “En un junio normal elaboramos cerca de mil 500 ponchos, sin incluir ruanas u otros productos, pero ante la situación nos hemos acondicionado a las circunstancias y ahora, aunque nunca había hecho tapabocas, los estoy diseñando al igual que delantales, tulas con aros, limpiones, entre otros artículos”, dijo el propietario de la empresa, que pasó de generar de 10 a 4 empleos. Con una fabricación artesanal de telares, usando los pies y las manos, Carlos ha sacado adelante su propuesta, la cual es llamativa para muchos mayoristas por la exclusividad de los diseños. “Es duro porque aquí la cuestión no fue por una disminución en las ventas, sino que todo se desplomó apenas se decretó la cuarentena. El turismo cerró y no hubo quién transportara mis productos”.

El negocio está quieto

Caso similar le sucede a doña Camelia Ramírez de Guarín, una mujer que teje al ritmo del folclor desde hace más de cuatro décadas. Su negocio de elaboración y alquiler de trajes típicos y de gala está parado como consecuencia del coronavirus, pero lo que más lamenta es ver cómo se va perdiendo el arraigo cultural de nuestra región. “Los grandes valores se están perdiendo y más con esta pandemia que no es culpa de nadie, pero sí da tristeza que algunas profesoras le están exigiendo a las niñas que se pongan el traje típico para hacer la presentación virtual y ni siquiera saben coger la falda. Eso no es correcto porque la enseñanza, más allá de lucir un traje, debe ser sobre nuestras tradiciones, los instrumentos autóctonos de la región y sobre toda nuestra riqueza cultural”, reflexionó Camelia, quien es una apasionada por las tradiciones de nuestra tierra y aún cuando no se haya programado el Festival Folclórico y tenga acumuladas varias deudas por no poder trabajar, tiene pensado adecuar su casa con el ambiente del folclor para que su familia, que también ha estado involucrada con la música, no se desligue de aquella tradición que corre por sus venas. “Por esta época, el año antepasado y todos los años, con la Corporación Festival Folclórica estaba entregando 47 trajes para todos los barrios de la Ciudad. Esos los daba la Corporación y a mí me los pagaban a 500 mil pesos. La quiebra de nosotros ahora es lamentable. No hay Corporación, no hay folclor y tampoco hay sentido de pertenencia por nuestras raíces, entonces eso da mucha tristeza porque yo alquilaba trajes de todas las regiones de Colombia y también de otros países, ya que he investigado mucho sobre otras culturas y aquí llegaban de las Universidades o de colegios a pedir esos atuendos. La situación es dura, además, porque llegué a tener 25 empleados y ahora no tengo nada”, sostuvo la ‘tejedora del folclor tolimense’.

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