Indígenas Embera luchan por sobrevivir en Ibagué

IBAGUÉ. Parte de la cultura ancestral subsiste en el vientre de las mujeres indígenas y hace menos de 20 días, esa conexión íntima con la naturaleza desató un llanto desgarrador al interior de una habitación del barrio Industrial, que dio inicio a una nueva vida. En suelo ibaguereño nació la menor de la comunidad Embera Katío, una población que fue desterrada de su territorio en Pueblo Rico, Risaralda, como consecuencia del conflicto armado y en busca de refugio, sus pies descalzos pisaron el suelo tolimense. “Mi papá, hermana y otros familiares desaparecieron con la guerra, por eso decidimos con mi esposo trasladarnos aquí con nuestros hijos”, mencionó María Ricalina Cuatiquí Onocama, madre de siete hijos, incluyendo la bebita que recién trajo al mundo.

Detalles. En cumplimiento de la sentencia 8187 de 2015 que ordena llevar a cabo planes de contingencia para la atención de la población Embera, la Alcaldía de Ibagué informó que ha suministrado su apoyo en coordinación con otras entidades para garantizar los derechos de estas personas que, en su mayoría, son desplazadas de la violencia. En diciembre recibieron un mercado, tuvieron brigada de salud y cerca de 86 indígenas retornaron a su territorio ubicado al noroccidente de Pereira. Sin embargo, para los que se quedaron en Ibagué, cada instante sin volver a casa es un suspiro prolongado de incertidumbre, desesperación y pobreza. “Ellos hacen sus artesanías para buscar un sustento, pero la gente no les compra. Por eso, decidieron bailar sus ritmos autóctonos sobre la carrera Tercera y así es que más o menos han obtenido recursos para sobrevivir. Lo ideal sería ofrecerles un empleo porque todos son trabajadores. Los hombres, por ejemplo, son labriegos puros y ellas pueden dictar clases de artesanías. La situación que enfrentan es muy complicada porque cuando les va bien pueden comer ese día, pagar el arriendo y comprar pañales, de lo contrario deben al menos cumplir con el pago de la habitación porque se quedan sin donde vivir”, sostuvo Katherine Bernal, Presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Industrial.

El día a día. Antes de que el reloj marque las 8 de la mañana, siete mujeres indígenas ya están vestidas con los atuendos tradicionales de su cultura para bailar en la tierra ‘Musical’ y vender artesanías. Sus pies desgastados son muestra del valor que tienen para sacar a toda su familia adelante, pues en este ‘territorio de cemento’, son ellas las que se ‘rebuscan’ la comida para los 57 miembros de la comunidad que residen en este sector de la comuna 12. Aunque algunos hombres salen a vender los productos de sus orígenes, para ellos no hay trabajo y les toca quedarse cuidando los niños mientras las ‘guerreras’ llegan a cumplir con el pago diario del hospedaje que equivale a dos mil pesos por cada integrante de la familia, un aproximado de 120 mil pesos diarios, que resulta ser una fortuna para sus precarias condiciones de vida. Muestra de ello, es que cada familia tiene en promedio ocho integrantes que duermen en el piso o sobre un mismo colchón.
“A pesar de las necesidades que afrontan, son personas muy unidas que saben y reconocen el valor de la familia. Ellos todo lo comparten y fortalecen su vínculo con la solidaridad. Valoran lo que tienen y lo demuestran con la sonrisa que recae en sus rostros. Eso, es digno de admirar”, reveló Nelly Castro, propietaria de un predio en el que residen.

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