Este municipio del oriente del Tolima pasó de las grietas que dejaron en sus vidas las tomas guerrilleras, a vivir en medio de los movimientos de tierra que amenazan la continuidad de las nuevas generaciones.
Desde hace 12 años se habla de reubicación, pero no hay avances y tampoco dinero para cumplir con este propósito. Para los afectados, los gobiernos departamental y nacional se tiran la pelota.