IBAGUÉ. Amorosos y consentidos, son los esposos Hernández. Él cumplió sus primeros 100 años de vida, y ella, la abuela adorada, está en sus 86.
Con 50 años de ‘solteros’, como mencionó Sarita Hernández, al referirse a cinco décadas de unión libre, la pareja de ‘roble’ dice amarse, quererse y respetarse como cuando inició su noviazgo en Cataimita, zona rural de Ibagué.
“Los dos teníamos hijos de otros compromisos. Carlos tenía un muchacho y yo tenía cinco, cuando decidimos irnos a vivir los criamos a todos”, explicó la adulta mayor, mientras su esposo hablaba del trabajo en aquel tiempo y su arribo a Ibagué procedente de Boyacá.
“Yo me vine cuando tenía 10 años edad. Un amigo me metió debajo de las butacas del tren y fui a dar a Bogotá, después por trabajo llegué al Tolima, donde me comprometieron ‘obligado’”, dijo entre risas Carlos Julio, sentado plácidamente en la sala de su casa, sin soltar el bastón.
Después de radicarse en Ibagué y sacar los hijos adelante, los abuelos se acompañan mutuamente en su vivienda del barrio San Isidro, lugar de encuentro de los cinco hijos (falleció uno), 12 nietos y 10 bisnietos en cada celebración.
“La familia está muy pendiente de nosotros, lo que nos afectan son las enfermedades de viejos”, dijo Sarita.
Carlos Julio tiene problemas de artritis y la abuela artrosis, y aún así los dos se acercan a la cocina a preparar sus alimentos y a hacer los oficios generales: “Yo también ayudo en algunas cosas”, dijo orgulloso el viejo.
Los abuelos centenarios, además del amor que se tienen, profesan respeto y admiración de los más jóvenes, que ven en sus vidas un siglo de historia soportando alegrías, tristezas y vivencia que los tiene como ‘robles’ para quererse muchos años más.
Flora Clarena Luna Ramos