IBAGUÉ. Quien diga que las mujeres son el sexo débil, está errado. Un ejemplo de valentía, sin descuidar su femineidad es María Eugenia Quintero, quien se dedica de ‘cuerpo’ y alma a la reparación mecánica de los carros que llegan al taller de su esposo.
Sin ‘pelos en la lengua’, y sin nada qué temer, la fémina saca el tapete y sus herramientas para reparar el engranaje de los autos. Culatas, bombas, frenos, copas y los suavizadores, son algunas de las piezas que debe cambiar como una profesional.
“Le colaboro a mi esposo en su taller. Si llegan los carros y hay mucho trabajo, me pongo en ‘forma’ y empiezo a cacharrear. Él me ha enseñado y por mi parte estoy interesada en aprender”, explicó Quintero, ajustando el freno de un microbus.
De lunes a domingo y desde las 8 de la mañana hasta la tarde, María Eugenia repara lo que le salga, aunque reconoce que las uñas ‘bonitas y pinchadas’ que lucía, ahora son adornadas con la grasa y el aceite de los repuestos.
“A ratos me unto el cabello de grasa, o las uñas, pero entiendo que esto es del oficio, y debo sentirme orgullosa porque no todo el mundo se le mide”, aseveró.
Como buena ama de casa, María Eugenia reparte su jornada entre el taller y los oficios del hogar: “Lavar, limpiar, hacer de comer, y planchar, son los encarguitos con los que atiende a su familia, sin descuidar la culata, las bombas y el ‘cloch’ de los carros en reparación.