IBAGUÉ.A pesar que por la fuerza de la naturaleza no se conocían y sólo uno de los hermanos sabía de la existencia del otro, Marco Fidel y Ricardo Arturo Sánchez González se reconocieron como familia el pasado Jueves Santo, cuando se dieron cita en Ibagué.
El destino separó a los hermanos hace cerca de 56 años, cuando el mayor de ellos, Marco Fidel, tenía un año y medio de vida, y el menor, Ricardo Arturo, contaba con seis meses de edad.
Una creciente del Río Combeima se llevó parte del corregimiento de Juntas, donde vivían con su padre porque su progenitora había fallecido.
El mayor de los Sánchez González, criado por sus abuelos, alentó a su concuñado, Lázaro Soto Castaño, a emprender la búsqueda de Ricardo Arturo, a quien ubicó en el Valle del Cauca por medio de una base de datos electorales.
Según Marco Fidel, “desde que tengo uso de razón me comentaron que éramos dos hermanos. Desde ahí empecé con la ambición de conocerlo y encontrarnos algún día”, dijo.
Por su parte, Ricardo Arturo “tenía idea sobre un hermano, pero nada de fondo, porque en la familia que me crié recibía maltrato y me abrí (sic), a la edad de 12 años”, indicó.
Y agregó: “Doy gracias a Dios porque nos encontramos bien. Di con una buena esposa y mi hermano también, además agradezco a Lázaro y a la muchacha que por medio del Sisbén nos ayudó”, concluyó.
“La sangre llama’
Pese a no tener certeza de la existencia de un hermano, Ricardo Arturo confió en las palabras que vía celular le dijo Lázaro Soto Castaño sobre su familiar.
“Estoy que no me cambio por nadie. Cuando Lázaro me llamó, yo no le creía, pero cuando me habló de los apellidos y que me andaba buscando, me dije: ‘Pues voy a ir’”, manifestó Ricardo Arturo.
Soto Castaño contó con la colaboración de una funcionaria de la Oficina de Planeación de Dagua, Valle. La mujer ubicó al menor de los hermanos en su casa en esa localidad, y por teléfono planearon el encuentro en Ibagué.