IBAGUÉ. El 21 de abril de 2012 guerrilleros de las Farc activaron un petardo en una buseta que llegó a la Terminal de Transporte de Ibagué. En el bus viajaba Durley Pérez, de 32 años, quien quedó inconsciente tras el estallido. Faltan 26 días para que se cumpla un año del aterrador hecho, con 35 cortadas en la cabeza y su cuerpo desfigurado por las quemaduras, la mujer le contó a Q’HUBO cómo le cambió su vida.
Tras la explosión, cuenta ella, cayó al piso y vio que su piel estaba levantada mientras salía sangre. Luego perdió el conocimiento y despertó siete días después en el Hospital Simón Bolívar, en Bogotá. “Cuando abrí los ojos y me vi al espejo parecía una momia, tenía vendas en todo el cuerpo y comencé a gritar, no entendía lo que había pasado”, le relató a este diario amargamente. “Siempre estoy encerrada y extrañando a los niños que están en la capital del Tolima con mi mamá.
Cuando tengo algunas monedas hablo con ellos por teléfono. No puedo regresar porque no tengo plata”, expresó ella, quien se quedó en Madrid trabajando en un cultivo de flores
Durley lleva meses yendo a Acción Social (entidad debe reparar a las víctimas del terrorismo) a buscar ayuda, pero siempre le dicen que su nombre no está en las listas. Increíble.
Por lo pronto, cuidando las flores apenas le alcanza para comprar los costosos bloqueadores solares que debe usar, porque de cuidarse, se expone a cáncer de piel. “Me siento como un fantasma, tenía una sonrisa bonita y la olvidé. Con la explosión mi vida terminó”, expresó con llanto al terminar esta charla, y dijo que lo único que quiere es regresar victoriosa a la tierra que la vio nacer Gaitania, sur del Tolima, región en la que asegura, recuperará a sus tres hijos.
Venía a ver a sus hijos
La explosión se presentó a las 10:45 de la noche, cuando Pérez llegaba en una flota a la Terminal para reunirse con el padre de sus hijos y el amor de su vida.
Durley fue una de las sobrevivientes. En medio de la aterradora escena, ella alcanzó a caminar algunos metros antes de caer inconsciente. Días después
despertó en el hospital y tenía el 80 por ciento de su cuerpo quemado.
Cuando se miró al espejo comenzó a gritar y a buscar respuestas. Este atentado no dejó personas muertas. Durley sufre en silencio el drama de la soledad y el abandono.