IBAGUÉ. Una queja ante la Personería Municipal fue suficiente para que ayer se pusiera en evidencia el uso que una organización para personas con discapacidad le daba a unas bodegas que Infibagué le había otorgado en comodato, donde hace muchos años funcionó el matadero local. Ayer se hallaron varios bultos de residuos hospitalarios, que estaban expuestos a escasos metros de un hogar infantil comunitario en el barrio Industrial, sur de Ibagué.
Zulia Yadira Peláez Barragán, personera delegada de Servicios Públicos, Control Urbano y Medio Ambiente, indicó que la denuncia interpuesta por el presidente de la Junta de Acción Comunal dio pistas sobre las aparentes anomalías: “Nos indicaba que acá había una bodega de residuos hospitalarios, algo que no iba dentro del objeto del contrato que Infibagué había dado a la cooperativa Coopdistol. Solicitamos a la Secretaría de Salud que se hiciera presente, a la Inspección Ambiental, que no vino, y al representante de Infibagué, para que en compañía de la Personería verificáramos la situación”, dijo.
La funcionaria añadió que en el lugar se hallaron jeringas, frascos con medicamentos, entre otros elementos a los que no se les daba el manejo adecuado, y que al hablar con el encargado de los residuos, afirmó que hasta ahora estaba en trámite de los permisos legales ante la Secretaría de Salud y Cortolima desde el año pasado, pero que desarrollaba la recolección de estos elementos desde hacía 15 años.
“Lo más preocupante es que vienen personas a capacitarse entre esto. En la parte de atrás hay unos damnificados de la ola invernal, y cerca al portón, donde hay otros residuos, hay bastantes niños porque es un hogar comunitario y eso genera mucha contaminación ambiental”, puntualizó Peláez Barragán, mientras se esperaba que se tomaran las acciones de rigor para la recolección de los desechos.
Dijo que no sabía
Armando Garzón, presidente de la Cooperativa de Discapacitados del Tolima, Coopdistol (derecha, camisa azul), dijo que se hizo una alianza con organizaciones sociales, y que allí conoció a Wilson Gualteros, con quien se dedicaron al reciclaje: “Realmente, él ponía todo. Nosotros supervisábamos la vinculación de personas con discapacidad”, afirmó Garzón. Sobre el riesgo de manipular este tipo de elementos, algunos cortopunzantes y otros contaminados con material orgánico, enfatizó: “Si el supervisor es ciego, y tiene que ubicarse por oído, se confía de la otra persona, que cumpla lo que dice la norma. Si la persona vinculada al proceso es sorda, ¿cómo se hace para entender sus medidas de seguridad básicas?”, añadió. “Todas las organizaciones nos quieren ayudar, pero desconocen tanto de la discapacidad, que creen que es dar un espacio, una maquinaria, y cumplir con la normatividad. Se olvidan de equiparar oportunidades, nuestros derechos y necesidades básicas. Yo estaba ‘sano’ de que se manejaban residuos hospitalarios”, concluyó.