Norma Bejarano
Psicóloga-Sexóloga
El germen de la fantasía se halla en la mitología griega. Cuentan los relatos que Hypnos uno de los hijos de la diosa Nix tuvo una esposa que simbolizaba la creatividad humana: Pasítea. Hypnos y Pasítea tuvieron a Morfeo, Fobétor y a Fantaso, este último es el encargado de que nuestras ideas (lúbricas) tengan su propio espíritu. Por ende, Fantaso (lo fantástico) se convierte en el referente de todo aquello que creamos a través de la imaginación. Dicen los estudios que los hombres desean con mayor frecuencia y que las mujeres fantaseamos más. Matices, consideraciones, críticas y debates a parte sobre el deseo (Deseo y fantasía no son sinónimos), la fantasía en las féminas tienden a ser mucho más esmeradas, detalladas, y también fantásticamente retorcidas.
¡El derecho a dar rienda suelta!
«Raquel posa su mano sobre la de Federico y la arrastra lentamente hacia el interior de su vestido, mientras abre sus piernas sin ningún tipo de decoro. La delicada piel de sus muslos sube de temperatura a medida que la mano de Federico se interna más por el vestido. Sus dedos entran en contacto con los pantis de encaje empapados y candentes que cubren la intimidad de Raquel. Ella reclinar el asiento hasta quedar casi acostada. Se baja sigilosamente de los tacones ocho y medio y coloca los pies sobre el panel frontal formando un compás de cuarenta y cinco grados. (…) Más decididos que nunca, los inquietos dedos de Federico exploran la zona ardiente y húmeda mediante movimientos circulares que le producen a Raquel sus primeros gemidos, mientras se aferra con sus manos al espaldar del asiento (…) «. Hans Trujillo (Doce relatos impuros).
Sin los pudores y las censuras impuestas por la sociedad a las mujeres y a su manifestación y atracción sexual, las fantasías emergen para otorgar el derecho a dar rienda suelta al imaginario… En palabras de Valérie Tasso: «(…) tanto las ensoñaciones atrevidas cómo los deseos suelen ser narrativamente mucho más minuciosos en las mujeres. Nosotras empleamos más detalle en su constitución y un mayor número de correspondencias simbólicas. Tienen así pues un recorrido más amplio, arrancan de más atrás, y presentan abundantes secuencias enlazadas, pasan más cosas «.
¿Y esto por qué?
La íntima voz hablante femenina tiende a ser más sórdida, y sumamente atrevida. Tras el relato de muchas mujeres sobre haber reprimido sus deseos y apetitos cariñosos le apuntan históricamente a una dimensión onírica, visionaria o imaginaria, donde satisfacer sus deseos. Dicha vivencia es un viaje en el nos enlazamos a Eros. Culturalmente se nos han vetado las inclinaciones o propuestas deseantes por lo que la fantasía erótica o sexual vino al rescate de esa suerte de soledad en una dimensión virtual. De esta manera el imaginario erótico femenino nos reivindica intencionada-mente cómo sujetos sexuados en una sociedad. Este aspecto del imaginario es nuestra ansia de alcanzar el existir.
¿Fantasear nos hace depravadas?
Rechazando los modelos sociales, los estereotipos, diagnósticos y etiquetas, con singularidad he de decir que las mujeres somos más fantásticas que ‘depravadas’. En algún otro artículo expliqué la diferencia entre fantasía y deseo. Cómo dice aquella gran escritora y Sexóloga «debemos desdramatizar la actuación de nuestro imaginario para que no nos traumatice en la vida cotidiana». Desdramatizar es desmontar los convencionalismos de poder que dominan al individuo diferenciándolo entre el bien y el mal. Las imaginaciones sean cómo sean no hacen parte de mentes corrompidas sino que son comunes a todas y todos los mortales. Si su mente, a veces negra, a veces color rosa, le manda imágenes y se beneplace y excita con ellas, pero jamás se atrevería a ponerlas sobre la cama, o confesarlas, esa es una fantasía sexual. Por el contrario, si usted es capaz de hacer lo que piensa y el contexto y otros aspectos se lo permiten, ese es su deseo (erótico).
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