REDACCIÓN Q’HUBO
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Carolina Garrido, una madre que tiene a sus dos hijos estudiando en la escuela Maximiliano Neira Lamus, situada cerca al barrio Protecho – Topacio de Ibagué, cuenta que el plantel no es un sitio digno para que los menores reciban clases.
Para empezar, para llegar a la escuelita, todos los días ella y sus pequeños deben pasar por un camino destapado y un lugar lleno de malos olores.
“La escuela la construyeron muy cerca de una invasión. Alrededor hay una canal de aguas negras, porque las viviendas no tienen red de alcantarillado. En unas viviendas vecinas a la escuela crían cerdos, gallinas y hay hasta una chatarrería. Cerca al portón de la escuela hay un basurero”, dijo.
Y agregó, que toda la zona de acceso y el patio de la Institución está destapada: “Solo hay piso en los salones. Alrededor, es de tierra. Es como si uno tiene una finca y lleva a los niños a estudiar allá. Los niños no tienen una cancha ni una silla para sentarse a la hora del recreo. En los salones están los pupitres, pero por razones obvias los profesores no se los dejan sacar”.
Cuando llueve, todo es peor. La vía de acceso se convierte en un barrizal. “Les subo la bota del pantalón y les pongo chanclas u otros zapatos. Los zapatos del colegio los llevamos en una bolsa, pero eso son pañitos de agua tibia porque cuando llueve siempre llegan mojados y embarrados al salón. A la casa llegan embarrados. Toca buscar la manera de tener dos uniformes de diario, dos de física y cuatro pares de zapatos para cada uno. Es injusto que los niños deban pasar por esto”, cuestionó.
Sin aseadora
Según el testimonio de la denunciante, para completar, la escuela no cuenta con una persona que le haga aseo a las instalaciones. “A inicio de año nos pidieron 12 mil pesos para el aseo, pero lo cierto es que los baños permanecen sucios. A veces los padres vamos y hacemos el aseo”, puntualizó la madre de familia.
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