Norma Bejarano
Psicóloga-Sexóloga
«¿Cómo puedes saber, pues, […] si alguien ha realizado un bello discurso, o alguna otra acción, siendo así que ignoras en qué consiste la belleza misma?» Platón (Hipias Mayor).
Recuerdo el caso de “K”, de 50 años quién llegó a consulta con una aparente dificultad de deseo sexual; no conseguía desear porque ‘creía’ no sentirse deseada, pues entrados sus 45 comienza a percatarse de que “nadie” la mira: “¿Serán mis canas? ¿Las líneas de expresión? ¿La celulitis? ¿Estos gordos?”. Tenía esa inquietud, y no sabía si hacerse algo de lipo, estiramiento facial, o todo un cambio estético para hacer parte de un “mundo feliz”. Llegó a conectar que no era deseada y por ende no podía desear porque le faltaba, en su caso: ser bella. Tras unas sesiones intentó dejar de negar su propio mundo, su ‘caos’, sus cambios; y comprender la lógica del deseo, de la belleza, entre otros asuntos sustanciales. Comenzaba a sentirse cómoda, cuando de pronto, en una primera cita con alguien, arrancó haciendo preguntas donde obtuvo respuestas incómodas.
Una de las respuestas, fue que, con unos retoquitos quedaría “deliciosa” y así podrían intentar algo. No hubo una siguiente sesión y supongo que “K”, se sometió al imperativo de control estético, para ser deseable (y poder desear).
¡El imperativo de belleza, bloquea el deseo!
La historia de “K”, probaría que si el físico no es el adecuado, está fallando, o es censurable, no es deseable. Para muchas mujeres, es imposible pensar en sexo, en una pareja nueva, en desear, o en sentir placer y satisfacción sin la resonada reverencia a la apariencia.
En los últimos tiempos es tanta la obsesión por la eterna juventud, que ni un Premio Nobel al intelecto, a la generosidad, a la aptitud erótica y de amar, a la creatividad, entre otras cualidades, redimiría el asunto.
Si las personas no están a gusto con su cuerpo, difícilmente disfrutarán su sexualidad. El sentir que alguna parte física es inadecuada coarta esa capacidad de explorarla o de compartirla. La belleza bloquea el deseo; el culto por lo limpio, lo que no tiene bordes ni asperezas, lo totalmente agradable y listo para consumir, no deja espacio, o una distancia para las pesquisas y para querer vivirlo.
En los últimos tiempos es tanta la obsesión por la eterna juventud, que ni un Premio Nobel al intelecto, a la generosidad, a la aptitud erótica y de amar, a la creatividad, entre otras cualidades, redimiría el asunto”.
¡La belleza gratuita!
Lo bello supone no negar una realidad. La belleza instrumental, es manipulativa. Lo bonito, lo suave, lo plano, lo que no tiene abismos, mancha, o fondo se hace atractivo, un objeto de consumo que no deja nada por hacer.
Sin embargo, en lo más inútil (el erotismo, el amor, la verdad), cosa que no le gusta al capitalismo, es donde está la belleza y lo que importa. Cuando conozcamos en qué consiste la belleza gratuita (libre) quedaremos tranquilas, sin esa sensación de fracaso.
¡Nuestros complejos el gran negocio!
Bataille escribió algo así como que, entre mayor fuera la belleza, más profunda era la mancha. La continua presión mediática afecta a determinados cuerpos femeninos, y además amplía el público objetivo para homogeneizar todos esos cuerpos; eso sí, desde que haya cupo en la tarjeta de crédito. Y además posee algo perverso: no importa sí son mujeres de 30, 50 o 70 años, sino que todas conserven un ideal liso y aséptico, de limpieza y frescura. Algo que acaba siendo muy cruel.
No niego que la belleza nos hace sentir seguras, reconocidas. Es comprensible que queramos gustar, pero la incansable estetización de todo hace que creamos que la belleza debe ser ese empaque que nos haga ver bonitas, presentables u objetos funcionales que nos haga consumibles, bonitas, útiles. ¡Deseables!
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